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El 2021 en Jalisco

El 7 de septiembre inició formalmente el proceso electoral 2020-2021, primera elección federal en la era lopezobradorista y la más grande en la historia de nuestro país. 

Los números lo dicen todo. Serán electos 21 mil 368 funcionarios públicos y más de 3 mil 500 representantes populares. De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral (INE) habrá cerca de 95 millones de electores que votarán en 161 mil 550 casillas instaladas en el país. 

En Jalisco se elegirán diputados federales y locales, y presidentes municipales, pero el morbo real de esta elección gira alrededor de un solo hecho: la victoria o derrota política de Enrique Alfaro. El gobernador, abierto opositor del presidente de la República, es el personaje central de la historia que se contará el 6 de junio de 2021 y que definirá, en buena medida, su futuro político. 

Como marca electoral, Enrique Alfaro ha tenido traspiés importantes en estos casi dos años de gestión. Inició la administración con un descenso estrepitoso en sus niveles de aprobación, pero el inicio de la pandemia por Covid-19 y algunas decisiones estruendosas, pero efectivas, detuvieron su caída y le han ayudado a escalar algunos puntos; sin embargo, aún no ha podido superar la media tabla en las mediciones nacionales que ponderan el trabajo de los gobernadores. 

Alfaro y López Obrador, aun sin estar en la boleta, serán dos de los factores determinantes de la contienda intermedia en Jalisco, para bien o para mal. De acuerdo con las más recientes encuestas nacionales, el presidente mantiene cifras de entre 54 y 60 por ciento de aprobación en el país, en tanto que en Jalisco muestra números muy parecidos a los del gobernador Alfaro: cerca de 40 por ciento de aceptación. Si la aprobación de uno u otro caen en los meses venideros, sus candidatos a alcaldes y diputados tendrán que cargar con un peso extra para poder ganar la contienda. 

En el terreno partidista la intención de voto entre Morena y Movimiento Ciudadano está prácticamente empatada en este momento y con ventaja para el partido del presidente en algunos municipios, Tlajomulco de Zúñiga, cuna del alfarismo, entre ellos. 

Con estos números podríamos pensar que Morena va en caballo de hacienda para constituirse en la primera fuerza política del estado, sin embargo, el barco morenista aún no tiene un capitán que lo lleve a buen puerto. 

Sus representantes, dirigentes y políticos locales no han tenido el talento para mostrarse ante los ciudadanos como una opción viable y como una alternativa atractiva frente a MC, un partido que vive en carne propia el desgaste natural de gobernar y un poco más. 

Las ausencias voluntarias, la desorganización, las grillas internas y la autocomplacencia parecen ser los síntomas más evidentes de la inmovilidad e inexistencia de Morena en Jalisco. 

Carlos Lomelí, el ex superdelegado y candidato de este partido a la gubernatura en 2018, ha sido su figura más visible durante los dos años de gobierno de López Obrador, pero parece que el doctor continúa extraviado entre gestiones y funciones que no están del todo claras y que no representan nada en las necesidades reales de la gente. Quiso jugar el papel de vocero del presidente y falló en el intento, aun cuando esta posición pudo haberle generado grandes ventajas sobre el resto de sus competidores. 

Otro actor relevante de Morena Jalisco, ausente del estado por voluntad propia, es Alberto Uribe Camacho. El ex alcalde de Tlajomulco abandonó las filas naranjas y el grupo compacto de Enrique Alfaro para fungir como coordinador de la campaña del presidente López Obrador en la elección de 2018 en Jalisco. Uribe hoy se desempeña en la Secretaría de Relaciones Exteriores bajo el cobijo político de Marcelo Ebrard y si decide venir a contender por la alcaldía de Guadalajara antes tendría que repasar, detalladamente, la lista de pendientes y faltantes que ha dejado la dirigencia y los actores de su partido en el estado. 

Si Morena Jalisco quiere ser opción en 2021 deberá llenarse de contenido propio y de ideas que le hagan sentido a los jaliscienses y quien asuma el liderazgo estatal tendrá la encomienda de transformar al partido en un referente de las causas de la gente, de comunicar de forma clara una alternativa de gobierno y de construir una estructura electoral útil para el reto que tendrá de frente. 

El PRI y el PAN en el estado son un fantasma. Deambulan en el escenario local sin saber qué hacer. Acostumbrados a otras reglas del juego, la realidad les ha puesto una prueba muy difícil de sortear, por eso se siguen mostrando sumisos, lentos, torpes y ajenos. 

El PAN podría tener ante sí una disyuntiva interesante, pero tal parece que a su actual dirigencia y a la mayoría de sus diputados locales les interesa más supeditar sus decisiones a los designios del gobernador y a los intereses de la bancada de MC en el congreso local. 

Kumamoto y su partido podrían convertirse en una revelación, depende de dónde decidan jugar y qué papel asumir. Zapopan parecería ser la opción ideal para comenzar a reconstruir los puentes de comunicación y la empatía que tuvieron en la pasada elección con un importante segmento urbano y conservador de la Zona Metropolitana de Guadalajara; electorado que abandonó a Movimiento Ciudadano y que hoy sigue insatisfecho con la gestión del gobernador, pero no ve en Morena una opción viable. 

De esta forma, parece que la mesa está puesta para una lucha frenética, una batalla que podría dejar del lado de los derrotados a MC por primera vez en muchos años. Para ello, Morena y Futuro deberán echar mano de todos sus recursos, inteligencia, disciplina, propuestas y estrategia, de otra forma, será muy difícil que puedan arrebatarle espacios importantes a Movimiento Ciudadano, un partido que irá por todas las canicas en lo local, pues a nivel nacional parece que seguirá sin tener muchas posibilidades. 

 

El autor es consultor político y profesor del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Guadalajara 

jl/I