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Señales cruzadas

La combinación de diferentes decisiones, acciones y resultados en torno a la pandemia de Covid-19 en Jalisco hace pensar en un cambio radical de estrategia por parte de las autoridades locales. De la postura en marzo pasado, cuando se adelantaron medidas de seguridad, hemos pasado a las presiones para la reactivación económica y de la movilidad, lo que podría traer consecuencias en el número de contagios y, peor aún, de muertes. 

A todo lo anterior sumamos una muy deficiente comunicación por parte del gobierno del estado, que ha cruzado desde las medidas extremas hasta el relajamiento, sin dejar de lado los regaños del gobernador Enrique Alfaro Ramírez a la población. 

Con esta mezcla, los ciudadanos caminan entre la confusión y el descuido, exponiéndose y exponiendo a los demás. 

La evaluación de la situación de Jalisco, que se supone es la base de la toma de decisiones, tampoco ha tenido un eje rector. 

Primero, el gobierno del estado se adelantó en la restricción de actividades y movilidad, lo que le permitió contener el número de contagios. Ante las protestas y las advertencias de las consecuencias que esto traería para la economía de la entidad, se precisó que lo más importante era la salud. 

Después vinieron diferencias importantes con el gobierno federal por el método utilizado por éste para detectar casos que, según el gobierno del estado no era el más eficiente, porque no se autorizaron de inmediato las pruebas rápidas y más tarde por el manejo de los semáforos para definir la situación de cada entidad. 

Pero las presiones de los empresarios comenzaron y, paralelo a la mesa de expertos en salud, Jalisco integró otra para la reactivación económica, cuyas decisiones llevan mano. La salud siguió siendo importante, pero no tanto como la economía. 

A esa presión se sumó la que recientemente comenzaron a ejercer las escuelas y universidades privadas para que las clases vuelvan a la presencialidad, pues a distancia y virtuales pierden alumnos. De esta forma, aunque no se anunció una fecha definida, el gobierno del estado dio a conocer los protocolos para volver a los planteles. 

Todo esto se da en un contexto de reducción en la realización de pruebas para detectar el coronavirus desde el servicio de salud público, según datos publicados ayer en este diario por el reportero Lauro Rodríguez, y la proliferación de privados haciendo pruebas rápidas. 

Lo peor es el momento en que esto sucede. El ex rector de la Universidad de Guadalajara Víctor Manuel González Romero publicó un dato revelador: “Cuando inició la pandemia parece que las cosas se hicieron muy bien, porque de cada 100 muertes que había (en el país) en abril, 1.37 por ciento fueron de Jalisco; en lo que va de septiembre, de cada 100 muertes 6.52 por ciento fueron en Jalisco”. 

Si estos datos son consecuencia de los tumbos que ha dado el gobierno de Jalisco en sus decisiones y en la forma en que éstas han ido respondiendo a los datos, entonces se tendrían que prender las luces de alerta y llamarse a la prudencia. Además, se debería revisar una y otra vez lo que representaría el regreso presencial a clases, no sólo por la exposición de los estudiantes, sino por las implicaciones que esto tendría para la movilidad y para la salud de las familias de esos menores. 

Pero, sobre todo, falta una comunicación más eficiente desde el gobierno hacia los ciudadanos. La idea de que la pandemia dejó de ser un problema cada vez permea más entre los jaliscienses, mientras que las peticiones de resguardo, uso del cubreboca y sana distancia reducen su volumen y, por lo tanto, no son escuchadas. 

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jl/I