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Participación y democracia de calidad

La participación ciudadana es clave en el desarrollo de las democracias. Sólo en la medida en que la población se involucre en la toma de decisiones sobre asuntos públicos nuestro sistema político se fortalecerá, ya que se podrá superar la brecha que existe entre cada elección, y así se podrán atender con más efectividad las demandas sociales. 

Lo anterior es un muy apretado resumen de los argumentos que utilizamos desde la academia para impulsar espacios para la innovación política, pues asumimos que la participación siempre es positiva, al grado de que esa postura ha permeado también a los medios de comunicación, que la presentan y valoran como necesaria. 

Sin embargo, un reciente estudio publicado por las investigadoras Agnes Batory y Sara Svensson nos pone sobre aviso de la posibilidad de que se pueda abusar de los mecanismos de participación ciudadana para debilitar la democracia. Es decir, como muchas herramientas, la participación ciudadana tiene doble filo y puede ser utilizada para fines distintos a los que le dieron origen. 

La advertencia de Batory y Svensson se desprende del análisis que realizaron sobre la gran cantidad de consultas populares que llevó a cabo el gobierno húngaro entre 2010 y 2018. Los resultados de su trabajo dan cuenta de que las consultas fueron utilizadas para legitimar decisiones ya tomadas por el gobierno, algunas que incluso iban en contra de los derechos humanos, como una que contribuyó a fomentar discriminación en contra de la migración indocumentada, por citar un caso. 

Ese estudio (que se puede consultar en https://bit.ly/2I4oF6d) explica de qué manera el líder húngaro redactó las consultas de manera que pudo inducir las respuestas que necesitaba para aplicar la política que había diseñado, argumentando que millones de sus compatriotas se habían pronunciado en contra de los migrantes indocumentados. No está de más recordar que una verdadera democracia no somete a consulta popular el reconocimiento de los derechos humanos de ningún sector de la población, pero sí lo hacen los líderes autoritarios. 

Así que, para determinar qué tanto fortalece o debilita una consulta popular a la democracia, Batory y Svensson proponen que revisemos su diseño en torno a cinco dimensiones: Contenido, es decir, si permite la decisión autónoma de quien participa ya que ofrece un amplio rango de perspectivas sobre el asunto consultado, o si induce una respuesta en particular. Proceso, que implica revisar si la manera de llevar a cabo la consulta es transparente y equitativa, además de favorecer la participación de sectores de la sociedad que usualmente no son escuchados. Efecto, que se refiere a qué tanto impactará efectivamente la consulta en el diseño de las políticas públicas o en la toma de decisiones. Uso de recursos, es decir, si es razonable el costo de lograr las metas de las otras dimensiones de la consulta. Y, finalmente, medir qué tanto se usa la comunicación en torno a la consulta para presentarla como un medio para mejorar los estándares democráticos y aumentar la legitimidad del sistema político, porque esa sería una manera engañosa de mostrarla. 

Me parece que en nuestro contexto actual bien vale la pena tomar en cuenta las recomendaciones de Batory y Svensson, y valorar el diseño de las consultas ciudadanas en las que nos invitan a participar, no vaya a ser que inadvertidamente estemos erosionando nuestra de por sí frágil democracia. Y para aprovechar la lección del caso de Hungría valdría la pena que nos autoanalicemos para ver qué tanto estamos dándole un uso autoritario a las herramientas democráticas. 

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Twitter: @albayardo

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