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¿Cómo vamos a cubrir a las víctimas?

El incidente en el que se vio involucrado el fotógrafo Fernando Moreno durante una manifestación feminista nos debe obligar a una reflexión sobre cómo cubrimos los medios de comunicación a las víctimas y sus reclamos. 

El problema no es sólo la terrible reacción de un hombre golpeando a una mujer, que ya de por sí es injustificable, sino también una mala interpretación de la libertad de expresión, del sentido de la cobertura de una protesta y del riesgo que corren quienes rompen el silencio y salen a las calles para pedir justicia o respeto a sus derechos. Sí, hay mucha confusión. 

El debate que ha surgido en torno a este caso se ha enfocado en si debió o no agredir a una de las manifestantes. He escuchado a reporteros decir que se violó la libertad de expresión del fotógrafo o que después de lo que ahí sucedió no esperen que se vuelva a cubrir otra de sus protestas. 

Es decir, seguimos sin reflexionar sobre el tema de fondo. ¿Por qué las feministas no quieren que las fotografíen mientras hacen pintas o intervienen espacios públicos? Se me ocurren algunas respuestas basadas en mi experiencia cubriendo sus marchas: porque los medios de comunicación centran la cobertura en “los daños” a los inmuebles, porque la identificación de sus rostros puede traer consecuencia ante las autoridades o simplemente porque tienen derecho a no querer que las fotografíen, como cualquiera de nosotros. 

Las manifestaciones no se organizan para que los medios de comunicación las cubramos. Son simplemente una vía para tener voz. Los medios podemos ayudar a amplificarla. O no. 

En una manifestación de familiares de personas desaparecidas Jorge Alberto Mendoza, fotógrafo de NTR Guadalajara tuvo también un incidente por fotografiar a una madre mientras lloraba. Él se comprometió a no usar la fotografía y lo cumplió, porque entendió el reclamo y porque se ha preparado en el respeto a los derechos humanos, pero no quiso borrarla, como se lo pedían. No porque quisiera conservarla o usarla posteriormente, simplemente porque nunca borraría su trabajo, al margen de quien se lo pida. 

En una conversación posterior, Jorge señaló que después entendió que no habría pasado nada si la hubiera borrado. Una fotografía no era nada ante el dolor de la mujer. Pero hubo otros fotógrafos que también tomaron esa fotografía y la publicaron. 

México es un país en el que los periodistas nos topamos una y otra vez con situaciones de excepción y cada vez se vuelve más necesario reflexionar cómo debemos actuar. 

Entre algunos reporteros, el tema empezó a revisarse hace mucho tiempo. El punto no es la libertad de expresión. El punto es cómo no nos convertimos con nuestro trabajo en un eslabón más en la victimización de quienes ya sufrieron la violencia. El punto está en cómo cubrimos la realidad de nuestro país, sin volverlos a lastimar o sin aprovecharnos de la violencia de la que fueron víctimas. 

Y no se trata de volveremos activistas, como algunos periodistas señalan a quienes intentan cubrir la violencia desde la empatía. Se trata de pararnos en el punto más ético de nuestro trabajo. 

Quienes ven en las exigencias de las feministas o de las familias de desaparecidos para las coberturas una violación a la libertad de expresión son los mismos que aceptan los corralitos en los actos políticos que limitan al máximo su perspectiva de los hechos, los que callan ante descalificaciones del gobernador o del presidente a los medios críticos, los que aceptan la opacidad en la información pública y a un gabinete estatal callado, que se niega a dar entrevistas. 

Pero estamos a tiempo de revisarnos. Siempre se puede ser mejor. 

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jl/I