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¿Por qué dar marcha atrás en renovables?

“Siempre hay un tuit”, dice la sabiduría popular sobre la pesadilla del político en la que le encuentran algo que dijo en redes sociales en el pasado que contradice lo que dice o hace en el presente. 

Este fin de semana que el presidente AMLO declaró que las energías limpias son un sofisma para beneficiar a empresas particulares salió a relucir la declaración que él mismo tuiteó en marzo de 2018 cuando se encontró con Al Gore y se comprometió con él a trabajar juntos por promover el desarrollo de energías renovables para hacer frente al cambio climático. 

Pongamos las ideas en orden y hagamos un ejercicio sencillo de lógica para desenmarañar en qué tiene razón la 4T y en qué podríamos beneficiarnos todos si se abren a otras ideas. 

Lo primero y más importante es reconocer que el cambio climático es un reto real y que todos los países firmantes del Acuerdo de París, incluido México, se han comprometido a reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera para mitigar el impacto que está teniendo y tendrá cada vez más el calentamiento global. Cerca de 20 por ciento de las emisiones en México vienen de la generación de energía eléctrica que todavía está basada de forma importante en plantas que usan recursos no renovables como el carbón o el combustóleo. Sólo entre una cuarta y una tercera parte de la generación viene de vías renovables, principalmente hidroeléctricas, eólicas y solares. Lo que no está mal porque es un porcentaje que creció en la última década. 

Es verdad que se abrió la puerta para que entraran empresas privadas a generar electricidad por vías renovables y es verdad que se subsidiaron mientras se volvían rentables porque así funciona la innovación. Si quieres algo que no tienes, hay que traerlo primero de fuera y darle un empujoncito de inversión para que empiece a funcionar. Luego puede ir quitándose gradualmente el subsidio y las empresas nacionales pueden aprender de las extranjeras para colaborar en algunos ámbitos y competir en otros. 

Comparto la cautela respecto a grandes corporaciones que tengan demasiado poder sobre un recurso crítico para un país o región. Es célebre el caso de los apagones que hacía Enron en California para hacer dinero a costa del suministro eléctrico de sus habitantes y de cómo aprovecharon las reglas de los subsidios para casi quebrar a las empresas eléctricas públicas. 

Pero, y esto es algo que puede aplicar a muchas acciones de este gobierno, no es efectivo cortar de tajo toda una política porque algunas cosas pueden no funcionar. El mundo no es de todo o nada, se construye con negociaciones, buscando consensos y articulando distintas ideas. 

¿Qué sentido tiene dar marcha atrás a nuestra apuesta por las renovables cuando buena parte del resto del mundo está tratando de hacer una transición hacia ellas? Y con razón, porque nos estamos jugando el futuro de las generaciones del siglo 21 que se enfrentarán a un planeta más hostil si no tomamos estas medidas. 

El mundo no es el que era cuando se hizo la expropiación petrolera. Es otro mundo. No sabíamos entonces lo que sabemos hoy del impacto que tienen las emisiones de dióxido de carbono en el clima. La empresa BP (que solía llamarse British Petroleum) hizo este año el compromiso de hacer la transición antes del medio siglo a una compañía de cero emisiones netas. 

Si se percibe como neoliberal que las empresas españolas generen nuestra electricidad por vías eólicas o solares, entonces busquemos cómo podemos mantener la soberanía de nuestra energía manteniendo una generación por vías renovables. 

Pongamos atención a China, que ha hecho compromisos para reducir sus emisiones y es un país bien conocido por colaborar efectivamente con empresas de otros países sin perder el control de aspectos que considera estratégicos para su economía. 

Twitter: @ortegarance

jl/I