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El botonazo

Llegan a su fin las medidas emergentes asumidas por el gobernador Enrique Alfaro que desde la argumentación gubernamental tuvieron como propósito reducir los contagios por Covid-19 con aislamiento social y con ello evitar la saturación hospitalaria. Otros países han implementado determinaciones semejantes, lamentablemente el confinamiento mal aplicado no ha mostrado resultados significativos; en Guatemala -por ejemplo- se suspendían por algunos días de la semana la mayoría de servicios (incluidos negocios que ofrecen alimentos o productos básicos), esta medida generaba concentración en los comercios cuando sí estaban abiertos, aglomeración para comprar víveres incluso en mercados y tiendas barriales. 

Si algo hemos aprendido de esta pandemia es que si bien es un problema global, las medidas específicas deben atender las necesidades de cada contexto. Mucho se ha argumentado que las condiciones de salud, económicas, sociales y de seguridad laboral en países europeos nada tienen que ver con la situación de pobreza, excusión y desigualdad que enfrentan muchas regiones de América Latina. 

En ese sentido, las implicaciones del llamado botonazo para las personas que salen a trabajar todos los días y que utilizan el transporte público evidenciaron esas grandes disparidades sociales y una ausencia de diálogo entre el gobierno y el sector empresarial, pues tendrá caso suspender el transporte siempre que los patrones fijaran una hora máxima de labores congruente con la suspensión del servicio. Lo que vimos fue que a los trabajadores se les exigía cumplir con el horario normal de su labor sin tener los medios de volver a su domicilio; saturación en los camiones, Macrobús, Tren Ligero y abusos en los cobros en taxis. Es difícil pensar que haya tenido alguna utilidad una disposición que provoca la concentración e incrementa el riesgo de los contagios. 

Lo mismo pasó con el abasto de productos básicos, se restringió el acceso a tiendas departamentales y de conveniencia los fines de semana, pero al reanudar las actividades se observaban saturadas, mucho más que antes de la implementación de las medidas del botonazo. Esas decisiones pueden ser contraproducentes, restringir servicios para comprar alimentos provoca que se saturen los comercios después. 

La nota del discurso del Ejecutivo en Jalisco también es de llamar la atención, pues al comunicar las decisiones asumidas que justificaban activar el botón de emergencia, deriva en las personas las acciones para frenar la pandemia (le llama responsabilidad individual), cuando las condiciones de precarización laboral y económica no permiten ausentarse del trabajo; hace décadas que la mayoría de fuentes de ingreso del país pertenecen al mercado informal, sin prestaciones, seguridad social o permisos laborales. De igual manera, observamos desde el inicio de la pandemia la intención del gobernador de confrontar las posturas federales; esa estrategia parece más una postura política ante procesos electorales que se avecinan, que un compromiso de enfocarse a los temas de salud en el Estado y las necesidades frente a Covid-19. 

Al cierre de estas medidas, Enrique Alfaro señaló que funcionaron bien para romper la cadena de contagios, sería difícil afirmar con plenitud que eso ha sucedido; lo cierto es que esta situación de la pandemia está lejos de resolverse a nivel global, que es un tema de salud pública que debe abordarse desde esa perspectiva; que las aspiraciones político electorales debieran dejarse de lado ante la dimensión de la tragedia, y que ciertamente la ciudadanía puede comprometerse a seguir todas las recomendaciones sanitarias sin estigmatizar a quienes la precariedad laboral les obliga a salir día con día a buscar el sustento para sus familias. 

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