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Aprendiendo de Tabasco

Nos encontramos ya en la década en la que inician los impactos más graves del cambio climático. Como recoge el periodista David Wallace-Wells en su libro La Tierra inhabitable (The uninhabitable Earth) publicado el año pasado, debemos esperar ver con mayor recurrencia: olas de calor, problemas en cosechas, elevación del nivel del mar, incendios forestales, pandemias y desastres cada vez menos naturales. 

Además de acciones encaminadas a mitigar las emisiones de dióxido de carbono para evitar que el planeta se siga calentando, los gobiernos también deben empezar a emprender acciones orientadas a prepararnos y adaptarnos a estas consecuencias que van a empezar a llegar. 

Ya no se trata de que uno que otro año pegue aleatoriamente un huracán y haya que responder puntualmente a la emergencia. Se trata de preparar a zonas vulnerables para el azote continuo de fenómenos climáticos agresivos. 

Tabasco reúne dos características que lo hacen especialmente vulnerable: es el estado en el que más llueve y su territorio tiene un buen número de zonas bajas respecto al nivel del mar. 

La emergencia de este año que ha afectado a cerca de 240 mil personas es el primer aviso del cual debemos tomar nota porque si se vuelve, como se espera, un fenómeno recurrente, estamos hablando de un bloqueo importante para el desarrollo del país e incluso un riesgo para la seguridad nacional por las consecuencias de segundo y tercer orden que se pueden derivar, como las migraciones masivas desde lugares en los que ya no se puede vivir porque quedan bajo el agua. 

Las instituciones mejor preparadas hoy en México para responder ante las emergencias son las militares, particularmente la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), por la rapidez con la que pueden desplegar personal, transportar insumos, organizar evacuaciones y mantener la seguridad de la población en un entorno adverso. 

Basta con repasar los números que han resultado de la implementación de su Plan DN-III E en la región. 

Se han desplegado cerca de 2 mil 500 elementos, 143 vehículos y 4 aeronaves con los que han evacuado a más de 10 mil personas hacia lugares seguros, entregado más de 40 mil raciones calientes en sus cocinas, suministrado más de 165 mil litros de agua potable de sus plantas potabilizadoras, distribuido cerca de 80 mil colchonetas y cobertores, ofrecido casi 3 mil consultas médicas, colocado más de 85 mil sacos de arena para la contención de agua y trasladado por vía aérea seis bombas extractoras de agua y una planta auxiliar de electricidad. 

Esta capacidad de la esfera militar para diseñar y desplegar planes para atender emergencias, abren un área de oportunidad para que las instituciones civiles y militares colaboren, por un lado, en la preparación de escenarios futuros de catástrofes derivadas del cambio climático y, por otro, en la implementación de acciones no solamente reactivas sino también preventivas, para minimizar los daños cuando los desastres lleguen. 

Me atrevo a decir que debería de empezarse a planear una institución de adaptación al cambio climático en México con atribuciones tanto de observatorio para estudiar las principales vulnerabilidades del país, como de articulador intersectorial para coordinar acciones preventivas y reactivas entre todas las instituciones involucradas. 

Lo repito para dejar claro el mensaje: debido al cambio climático los desastres ya no serán una cosa que pega de vez en cuando, sino algo que pegará continuamente sobre todo a zonas vulnerables. Tenemos que repensar la estrategia de protección civil para combinar prevención con reacción y estudiar de forma continua las vulnerabilidades del país para emprender acciones que garanticen su seguridad y su desarrollo. 

Twitter: @ortegarance

jl/I