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2020: diciembre me gustó…

Como todo este año, su final también será atípico. No soy nada adepto del consumismo y despilfarro de los festejos navideños, así que, si esa práctica social se viera reducida durante estos días, sería de las pocas cosas que habría que agradecerle a 2020. Todo indica, sin embargo, que tal hecho no sucederá porque el comercio enredado con la política del poder ha hecho todo lo posible para que se flexibilicen las medidas sanitarias dictadas por ellos mismos para evitar mayores contagios. Se está aprovechando ese extraño proceder que ha provocado en las personas la forma de informar del gobierno de manera que, al parecer, se ha perdido el significado y la dimensión de saber que, a mitad de diciembre, en el país, la pandemia ha arrojado un dramático saldo de alrededor de un millón 330 mil contagiados y 120 mil fallecimientos. Ni el más pesimista de los primeros análisis imaginó tales resultados. 

Después de 10 meses de pandemia estamos, en general, casi en la misma situación respecto del conocimiento acumulado respecto del virus y cómo afrontarlo. Los resultados hablan por sí mismos y los científicos de las ciencias médicas han tenido que reconocer los pocos avances, más allá de que la vacuna esté prácticamente a punto de empezar a aplicarse. Esta, sin embargo, como sabemos, llega cargada de incertidumbres en tanto que será el experimento más masivo de la historia, del cual solo sabremos de sus consecuencias colaterales después de varios años. 

Derivado de este escenario complejo, las alarmas están activadas porque se teme que todo empeore durante este invierno; en parte porque es también temporada de influenza y porque nomás no se ve cómo puedan evitarse los festejos navideños tumultuosos. Pero la alarma social también proviene del hecho de que las preocupaciones del gobierno siguen siendo las mismas que al inicio de la pandemia: que la capacidad hospitalaria no sea desbordada y que la economía no se detenga a pesar de todo. 

En esta situación, la insistencia en el mensaje del “quédate en casa” cae en el vacío, y la evidencia de ello es la asistencia masiva a los centros de consumo, varios de ellos no básicos, pero, además, carentes de las medidas sanitarias que, se supone, el gobierno está obligado a hacerlos cumplir y que las personas deberíamos exigir. No está sucediendo así, y por ello no resulta extraño que en Jalisco el sistema Radar esté registrando el incremento de personas hospitalizadas por coronavirus. 

Mientras tanto, en medio de tanta muerte y contagios, y en contradicción con el llamado del “quédate en casa”, la clase política se mantienen en la línea de administrar la pandemia; de politizarla para arreglar cuentas pendientes o de posicionarse mejor en las encuestas electorales. Así mismo, ya lo hemos dicho, los proyectos desarrollistas, los que dañan a la madre tierra y que llevan a la raíz de esta pandemia y de las que vienen, no han sido puestos en cuestión en ningún momento y en ninguna de sus partes. El tren maya, la construcción de plantas termoeléctricas, la devastación de bosques y selvas siguen viento en popa. 

Estos procederes en la esfera de la política del poder no son nuevos. Todo tipo de crisis las convierten en nichos de oportunidad. Sus declaraciones son cada vez más patéticas, grotescas, en tanto dejan ver el mundo en que ellos viven y que nada tiene que ver con el de la inmensa mayoría de la población en México, que sobrevive con “suelditos” del salario mínimo o menos que eso. 

En este panorama transitaremos de 2020 a 2021. Muchos no lo lograron y los extrañaremos. Otros podremos festejar ser sobrevivientes al Covid-19 y otros padecimientos. ¡Que 2021 sea un mejor año para todxs! 

 

jl/I