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Golpear a la democracia

A menos de dos semanas de que Joe Biden tome posesión como presidente de los Estados Unidos, Donald Trump se resiste a reconocer su derrota y alienta a sus seguidores a protestar contra el supuesto fraude, que nunca pudo probar. 

El 6 de enero, mientras los congresistas certificaban los resultados electorales, Trump aparece en tres ocasiones para lanzar mensajes ambiguos en los que reconoce que respetará la ley y el orden, al tiempo que incita a sus partidarios a protestar contra el fraude. Los manifestantes, provenientes de diversos estados, marchan hacia el Capitolio, desafían a policías e irrumpen con violencia en la sede del Congreso, en las oficinas de los líderes parlamentarios y tienen que ser retirados por la fuerza. 

Aunque todo pareció volver a la normalidad y se concluyó la ratificación del triunfo de Biden y Harris, las autoridades mantendrán el cerco policiaco en torno al Capitolio hasta el 21 de enero, ya que el presidente Biden tome posesión del cargo. Nadie cree al otro Trump que apareció por la tarde del día 7, resignado y reconociendo el triunfo de Biden, ni que el desequilibrado presidente vaya a dejar de alentar nuevas protestas o disturbios, incluso en el momento de la toma de posesión del nuevo mandatario. 

Con sus reiterados discursos y en los hechos, Trump y sus seguidores desconocen la autoridad de los congresistas para calificar las elecciones, han mostrado nulo respeto por la “ley y el orden”. Más todavía, en el corazón mismo del país que se presume como modelo de la democracia occidental, Trump y sus bases de apoyo han vulnerado la institución presidencial y han desafiado la autoridad del poder autónomo que representa el Congreso. 

Los disturbios alentados por Trump tuvieron un costo de cinco muertos, cuatro civiles y un policía, 14 policías heridos y al menos 52 detenidos. Aún no se tiene un cálculo preciso de los costos monetarios de los destrozos en el Capitolio y Washington, DC. Sin embargo, el descrédito político ante el mundo respecto de la solidez del modelo de democracia hasta ahora vigente en Estados Unidos es muy alto. 

La indignación de algunos congresistas y miembros del gabinete los ha animado a emplear la enmienda 25 para destituir al presidente. El vicepresidente Mike Pence, quien encabeza el Senado, ha marcado distancia con Trump y podría asumir la Presidencia hasta la toma de posesión de Joe Biden y así evitarían que haya vacío de poder. 

Un juicio político no estaría descartado, pero puede promoverse y sustentarse a mediano plazo, una vez que Trump deje el cargo. Hoy se ve más viable su destitución, sin embargo, neutralizar cualquier acción de un desequilibrado presidente resulta una prioridad para mantener la calma en el país, dado el poco tiempo que le queda en el poder. 

Frente a esta crisis, la presencia de Joe Biden, tratando de poner las cosas en su sitio y llamando a la ecuanimidad, ha reavivado la confianza en que el nuevo presidente está dispuesto recuperar la vulnerada democracia, a fortalecer su institucionalidad y a robustecer la autonomía de los poderes. 

La transición no será fácil, particularmente por todo lo que Biden tendrá que remediar y reconstruir. A su favor, cuenta con la mayoría en la cámara de representantes y un equilibrio conveniente en el Senado, que le permitirá llevar adelante su proyecto de gobierno, con menos resistencias. 

Profesor investigador del ITESO 

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jl/I