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'No me sueltes la mano, no quiero morir sola…'

¿Qué piensa, siente o atestigua una enfermera que atiende enfermos de Covid-19? Comparto la entrevista que hizo mi hija Vania, respondida por WhatsApp: 

¿Qué sucede con una enfermera cuando le toca estar en área Covid? 

Es ver cómo mueren solos. Pensar que tuvieron una vida con sueños, con familia, hijos, nietos, y pensar que están ahí, en su último momento, solos, sin las personas que los aman. 

Hoy una señora me agarró la mano y me dijo: 

–No me sueltes hasta que me vaya, no quiero morir sola… (No murió en ese momento). 

Pero el ponerme en sus pies y saber que después de toda una vida construida, al final están solos, y quizá no fue por ellos, sino porque sus familiares los contagiaron. 

A veces es oírlos gritarle a Dios que ya se los lleve: 

–¡Ya llévame, Dios mío! ¡Qué hice para merecer esto! 

Oír que gritan: 

–¡Enfermera! ¡Ayúdame! ¡No puedo respirar! 

Que me pidan el favor de darles golpecitos en la espalda, porque sienten rico. 

Que me pidan que por favor les tome de la mano un momento: 

–Sé que tienes mucho trabajo, pero ¿me podrías agarrar la mano al menos un minuto? 

–¿Me ayudas a darme de comer?, es que me cansa estirarme por la comida. 

–¿Me darías agua? 

O verlos entubad@s y saber que dependen de que nosotros los aspiremos, cambiemos su pañal, sus infusiones o los cambiemos de posición; dependen de que estemos al pendiente para que estén aún vivos, y cuando vemos que aún con todo nuestro esfuerzo están sufriendo, algunas veces llegas a pensar: “Dios, ya llévatel@, para qué l@ haces batallar, sabes tú, y yo, que no l@ vas a dejar seguir viviendo, está sufriendo demasiado”. 

Está bien feo. Pero aun así no entendemos. Y la gente sigue sin cuidarse. 

¿Qué implica traer el equipo de protección para atender a pacientes con Covid? 

Es sentir en todo momento cómo corre el sudor dentro del traje, cómo corren las gotas por los googles y verlas cómo van resbalando; fuera de eso no ves nadita. El sudor te corre por la cara, por la espalda. 

La careta te estorba. El gorro te pica. El pantalón se baja. Tu menstruación sigue su curso y si te manchas, pues ni pedo, no puedes ir al baño hasta que acabe tu turno. Es aguantarte la pipí. Tener sed y tener hambre. El cubreboca ya te cala. Te duele la nariz. Y entonces, el guante se rompió y viene el miedo a contagiarte y hacer un movimiento erróneo que te contamine. Después el miedo a contaminar a los tuyos. Y entonces contar los minutos para ya poder salir de ahí. 

Quieres hacer lo mejor para ellos, pero, ¡cómo diablos lo haces si tienes un equipo de protección con que a duras penas ves y mucha falta te hace el aire! 

A veces es querer aventar todo a la fregada y atenderlos como se merecen, como seres humanos, sin discriminación de atenderlos con un traje, con guantes con gel antibacterial. 

Desesperación de ver cómo algunos están olvidados, y conseguirles botellas de agua con otros pacientes para el que no le mandaron nada. Darles de comer en la boca y a la vez esperar para limpiarles su pañal, ponerles su cómodo; estar al pendiente de su oxígeno y su saturación. Y salir de Covid y tomarte el agua como si fuera la última gota del desierto por tanta deshidratación que pasaste dentro. 

En cada paso pienso en cómo me estoy cuidando y cómo puedo estar más “cómoda” para ser mejor enfermera, qué estrategia puedo utilizar para ser más ágil. Pensar si me coloco de una forma los googles y no me hagan batallar, o si el cubrebocas está bien puesto y no me moleste la nariz. Todo con la finalidad de estar protegida y cómoda a la vez. 

¿Te arrepientes de haber querido ser enfermera? 

No. No me arrepiento. Pero siempre pienso en mi esposo (que tiene cáncer) y me preocupa hacer algo mal (contagiarme y contagiarlo) o contagiar a mi mamá o a mi hijo. 

Mientras miles luchan por su vida es una vileza desear que un contagiado muera o alegrarse porque se enfermó. 

Twitter: @SergioRenedDios

jl/I