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Los riesgos de la infodemia

En febrero de 2020 se detectó el primer caso de infección por Covid-19 en México; una persona que regresaba de viajar al extranjero dio positivo y a un año de distancia las cifras de contagios en nuestro territorio se acercan a 2 millones y son más de 160 mil personas que lamentablemente han perdido la vida. Como hemos visto, hay un alto riesgo de contagio y de secuelas a la salud. Aunque hay quienes resultan asintomáticos o desarrollan síntomas leves, la enfermedad afecta principalmente a los adultos mayores y se agrava al tener comorbilidades. 

Al ser una enfermedad reciente resulta complejo encontrar un tratamiento específico, las investigaciones científicas avanzan y aunque existe más información que hace un año no ha podido interrumpirse la cadena de contagios. En Europa hablan de una segunda ola y en ciertas regiones ya se habla de la tercera ola. Lo que sí ha sido veloz desde el inicio de la pandemia es la infodemia, esta denominación que se ha utilizado para señalar la desinformación existente que se replica sin parar en redes sociales y cadenas de envío a través de los teléfonos móviles. 

Los datos que circulan en la llamada infodemia o epidemia de desinformación pueden parecer broma en ciertos momentos por lo absurdo de las afirmaciones, pero afectan de tal manera que la propia Organización Panamericana de la Salud (OPS) alertó sobre tener al alcance una gran cantidad de información incorrecta y que desorienta. A mitad del 2020 la OPS destacaba que a esa fecha se habían subido 361 millones de videos con la categoría Covid-19 y que era importante frenar la distribución de datos falsos, ya que podían empeorar la pandemia pues dificultan a las personas tomar decisiones, generan ansiedad, agotamiento emocional y hacen más complicado romper la cadena de contagios. 

Si hacemos un breve recuento del daño generado por la infodemia en México debemos recordar las múltiples agresiones al personal de salud cuando se difundió el rumor de que eran la razón de los contagios. Después vino la idea de que no se debía ir a un hospital porque rociaban un gas letal al colocar la mascarilla o quitaban el líquido de las rodillas; luego, que el oxímetro era un aparato para leer la huella digital y robar la cuenta bancaria. También se organizaron las fiestas Covid con el inverosímil argumento de que entre más personas se contagiaran rápidamente se superaría la epidemia. 

De ahí a la negación de la enfermedad y mensajes de conspiraciones que se replican en redes sociales diciendo que el Covid no existe y que se trata de una estrategia que busca mantener a las personas encerradas. Respecto a los tratamientos, encontramos recomendaciones como las dichas por cierto personaje de Jalisco que en una homilía calificó la enfermedad de ser “un trabuco para la dominación de los pueblos”, recomendó té de guayaba para curarse y después diría que en la vacuna podrían poner un chip de control. 

Ahora que finalmente se han aprobado diversas vacunas, el problema principal es que unos pocos países acaparan la producción global dejando al resto del mundo con muchas dificultades para acceder a las dosis, pero la campaña desinformativa también se hace presente, incluso en Estados Unidos en un centro masivo de vacunación tuvo que suspenderse la jornada por manifestaciones que se identifican como antivacunas, quienes impidieron el acceso a los miles de personas que esperaban la inmunización. 

Cuidar la salud también debe ser un compromiso social. Es necesario atender las recomendaciones del personal calificado y tener cuidado de no replicar información falsa o inexacta, bastante compleja es la enfermedad como para añadir el agravante de la infodemia que sigue creciendo de manera alarmante. 

 

jl/I