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Horizontes de autogestión y autonomía

La reproducción de la vida digna está en riesgo cada vez más. El capitalismo ha cosificado y mercantilizado todo aquello natural que la permite. Por todos lados nos topamos con las nocividades que produce el sistema y que nos dañan. La enfermedad y la muerte, mucho antes de la pandemia, ya eran cotidianas en el abajo social. Ahora se añade que, sin duelo, hay que sobrevivir a la muerte de los demás que podríamos ser nosotros. La espiral de la guerra capitalista contra la vida ya ni siquiera permite despedirnos de nuestros seres queridos. El capital, como sabemos, para acumular riqueza, necesitó primero de los brazos-fuerza de trabajo y luego de la sangre, de los cuerpos, el alma y los territorios donde habitamos las personas y los otros seres vivos con los que compartimos esta ecología-mundo. 

Es así como en el campo de la defensa y la destrucción de la vida se concentra el antagonismo social. Los protagonistas están definidos. Por un lado, quienes destruyen y por otro lado los que (re)construyen. Los que quieren la vida sin ninguna ley de valor de por medio y los que la identifican y valoran solo si a través de ella se puede capitalizar. 

Las luchas en defensa de la vida son asimétricas porque quienes destruyen son poderosos. Lo son, pero a la vez no. Lo son si seguimos planteando nuestras luchas según sus normas y sus leyes. Si las damos en sus espacios y en su calendario. Si les disputamos el poder sin pretender cambiar las relaciones sociales de dominio, explotación, destrucción y patriarcales. Pensar y hacer la autogestión y la autonomía, cada quien con sus modos, en sus tiempos y en su geografía, como dicen los zapatistas, alude a otra estrategia y manera de luchar que rompe con su racionalidad y nos aleja de esa confrontación desigual. En esto reside la potencia radical de pensar la autogestión y la autonomía como proyecto. Defendiendo la vida, siendo autogestivos y autónomos, sin disputarles el poder nos oponemos radicalmente a los procesos actuales de acumulación de capital. Así nos constituimos en su crisis. 

Proyectos autogestivos con horizontes de autonomía, desde hace varios años, se despliegan por todas partes y señalan los frentes donde la gente común, constituida en sujetos singulares y colectivos están decidiendo dar las batallas por la vida. Si el núcleo de las luchas sociales es la defensa de la vida, entonces tiene sentido que los proyectos sean, por ejemplo, para sanar la tierra, liberar al agua de contaminantes y junto con ellos producir alimentos sanos y plantas medicinales, sin utilizar fertilizantes tóxicos tanto en el campo como en la ciudad; para, de manera comunitaria potabilizar agua para nuestro consumo y con ello producir un agrietamiento a firmas como Coca-Cola, Pepsico y Danone o para, sin utilizar complejas y caras tecnologías, solo con “tecnología natural” (arenas, rocas, plantas) se limpian agua residuales. 

Sabemos que el capitalismo digital es otro de los mecanismos de control y dominio que se potenció con la política estatal del confinamiento contra la pandemia. Por ello adquieren potencialidad los proyectos autogestivos en el campo de las tecnologías de la información y su uso en procesos educativos liberadores. El significado de estos procesos es más profundo cuando los llevan a cabo mujeres encarnadas en cuerpos disidentes. 

Hay otros frentes donde también se actúa, pero dicho brevemente, en este tipo de proyectos autogestivos, diminutos como los virus, pero igual de contagiantes, se vislumbra cómo, poco a poco y no sin contradicciones, se está configurando esa otra estrategia de quienes defendemos la vida. 

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jl/I