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Paramilitarismo y masacres 

Al mediodía del sábado 19 de junio, un grupo de hombres recorrió diferentes calles de Reynosa, Tamaulipas, causando terror y asesinando a personas al azar. 

Masacró a obreros, albañiles, taxistas, enfermeros, comerciantes, grupos de familias. 

Camarógrafos locales acercaron sus cámaras a algunos de los cuerpos tendidos en la vía pública, entre ellos un hombre mayor en una acera y un joven vestido con un short azul del otro lado de la calle. Y en el registro de una nueva tragedia quedaron 19 familias más en duelo y esperando justicia. 

“Es un ataque cobarde que le quita la vida a personas inocentes”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador. El papa Francisco condenó la matanza y envió condolencias a las familias. 

Sin mayores cuestionamientos, las notas de la mayoría de los medios locales, nacionales e internacionales señalaron a narcotraficantes como los culpables, narcos “calentando la plaza” después de que el PAN perdiera en las recientes elecciones estatales y lo sucederá Morena. 

Pero Raymundo Ramos, un defensor con largos años documentando casos de violaciones a derechos humanos en Tamaulipas, asegura que la masacre debe investigarse como un acto de terrorismo perpetrado por un grupo paramilitar que opera directamente bajo las órdenes de Francisco Javier García Cabeza de Vaca, el gobernador investigado por lavado de dinero. 

“Los habitantes de Reynosa piensan que esto fue un castigo por haber hecho perder al gobernador (García Cabeza de Vaca) y al partido del gobernador, que es Acción Nacional, y que haya ganado Morena”, dijo Ramos a Carmen Aristegui en una entrevista el 28 de junio pasado. 

Los autores de la masacre echaron tiros sin que nadie los detuviera; los cuerpos de las víctimas quedaron en la calle por tres horas sin que ninguna autoridad llegara por ellos. 

Algo muy extraño es que entre los detenidos están dos hombres (Alfonso Margarito y Ramiro Olisea), reportados como desaparecidos en semanas recientes. ¿Cómo es que de pronto, mientras sus familias los buscaban, aparecen y son vinculados a estos crímenes? 

Ramos apunta al Grupo de Operaciones Especiales (Gopes) del estado de Tamaulipas, policías de élite que solo rinden cuentas al gobernador García Cabeza de Vaca. 

Apenas en febrero, 12 policías del Gopes fueron detenidos por la masacre de 19 personas en Camargo, entre las que había 14 migrantes de Guatemala. Antes han sido acusados de robo, desapariciones, más muertes, control de tráfico de personas, entierros de víctimas en fosas clandestinas, huachicoleo. 

El paramilitarismo en México data de muchos años atrás. Ahí están la Brigada Blanca de 1972 formada por policías de la Ciudad de México, el Estado de México, policías judiciales, militares y personal de la Dirección Federal de Seguridad (Laura Castellanos, México Armado), Los Halcones del 68, las Guardias Blancas al servicio de caciques y autoridades en la Huasteca (Juan Ricardo Montoya, Regeneración). 

Rodrigo Soberanes, colega y amigo reportero en Chiapas, sabe que hijos y nietos de paramilitares que asesinaron a 45 personas de Las Abejas, en 1997, siguen comprando armas y causando terror en la zona. Y ha reportado en años recientes más ataques contra esa comunidad y la relación de los paramilitares con el PVEM. Echar un ojo a los informes del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas es clave. 

En septiembre de 2012, el grupo paramilitar Desarrollo, Paz y Justicia, ligado al PRI, atacó a bases de apoyo del EZLN y desapareció a 14 personas. En cuanto a fosas clandestinas, documenté en una investigación que este mismo grupo sepultó a varias personas en Miguel Alemán, municipio de Tila, Chiapas. 

¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia armada? En el mapa tan complejo de criminalidad en México, el paramilitarismo es otro de los rostros del perpetrador. 

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