INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Patrullaje o paz

El modelo de seguridad está completamente enfocado en tratar de evitar lo que no queremos, en vez de construir la sociedad que nos gustaría ser. 

Y digo tratar porque persiste la sensación derrotista de que siempre existirá el delito, que hay que vivir con ello, que los policías son los únicos que tienen un trabajo directamente relacionado con la seguridad y que su labor debe ser represiva y reactiva. 

¿De qué sirve gastar recursos en tener a miles de gendarmes montados en sus patrullas dando vueltas y vueltas a ver si cachan a alguien en el momento de estar cometiendo un delito o, aunque sea, para que respondan en unos cuantos minutos a un llamado a los servicios de emergencias? La proporción, por ejemplo, de robos denunciados contra la de personas detenidas en flagrancia es decenas de veces mayor y eso sin contar los robos no denunciados en agravio de una aplastante mayoría de las personas que nunca acudirán a pedir justicia. Ello habla de que los policías solamente en un mínimo de casos darán algún resultado reactivo en el patrullaje. 

En los últimos años ha habido una tendencia cada vez más significativa de políticas de seguridad con orientación a la prevención, a pesar de la desaparición de recursos federales que atendían ese tipo de programas, como Fortaseg. Ese modelo también está planteado desde un enfoque negativo de combate, de evitar que eventualmente las personas en mayores condiciones de vulnerabilidad puedan estar involucradas en hechos ilícitos o ser víctimas. Las estrategias de ese tipo han tenido algunos frutos a lo largo de los años, pues desde el principio se sabía que no tendrían repercusiones en el corto plazo. Pero todavía se quedan cortas ante las desbordadas criminalidad y violencia cotidianas. 

Ese tipo de programas preventivos ha sido una opción en las políticas de seguridad pública y seguridad ciudadana, una diversificación de la inversión pública, digamos, con objetivos a futuro que se han ido cosechando poco a poco. Pero son solamente un aspecto mínimo de la seguridad que no ha conseguido revertir la espiral de destrucción. 

La contraparte sería la construcción activa de la paz con todas las capacidades de las instituciones, partiendo desde lo local y escalando hacia lo estatal y lo federal. 

Las policías preventivas siguen difundiendo entre sus logros que detuvieron a una persona porque se mostró en actitud sospechosa y al tratar de evadir a los agentes intervinieron y se dieron cuenta de que portaba alguna sustancia o algún arma. Pero esa intervención implica un acto de molestia discrecional por parte de las comisarías hacia cualquiera que a los agentes se les haga raro. No considera que mucha gente tiene desconfianza hacia la policía por un estigma de corrupción y de abuso que pesa sobre las fuerzas de seguridad con justificada razón. Hay quienes sistemáticamente le sacan la vuelta a los policías y su actitud evasiva no justifica que los paren para la basculeada de rutina. En ese sentido, hasta 40 por ciento de las detenciones siguen siendo consideradas como ilegales por los jueces. 

¿Cómo sería un modelo activo de paz? Los policías tendrían que operar de veras con labores de inteligencia para realizar labores de vigilancia y reacción en los lugares donde se necesita y el resto dedicarse a participar cotidianamente en la vida social, en la detección de las necesidades de las personas, no solo en lo material, sino en todos los aspectos de sus derechos humanos. Sería un diálogo permanente basado en la comprensión y la búsqueda del otro para sacar provecho de la institución del Estado que tiene un contacto más directo con las personas. 

Twitter: @levario_j

jl/I