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Del miedo al “no pasa nada”

Hace unos meses, mientras uno de los activistas de Huentitán me mostraba el ojo de agua que encontraron en el Parque Resistencia, me preguntó: ¿crees que se atrevan a matar? 

Pensé en quienes están al frente del gobierno e iba a responder. Pero entendí que era demasiada responsabilidad, tanto si decía un no o un sí. Así que lo único que le dije fue que debía pensar que se trataba de un negocio de miles de millones de pesos que no iban a dejar ir y que a partir de eso debían estar preparados. Después vino el desalojo violento ordenado por el gobierno de Enrique Alfaro Ramírez. 

Porque eso es lo que sucede en Jalisco. No hay respuestas ante la violencia, la inseguridad, los despojos, los negocios turbios, las acciones del crimen organizado o las desapariciones. Los jaliscienses no sabemos qué hay ni quiénes están detrás. No sabemos si los hechos de los que somos víctimas son aislados o consecuencia de algo más grande. 

La semana pasada fueron asesinados Hugo y Gustavo, los dos guardias de las instalaciones de Canal 44 y Radio Universidad de Guadalajara en el cerro del Cuatro. 

Desde que se registraron los hechos las autoridades sólo intentaron ocultar que el ataque había sido contra un medio de comunicación. Primero, tardaron más de ocho horas en informar que habían sido los guardias de seguridad. Aseguran que el asesinato no fue en las instalaciones, a pesar de que en el video se ve claramente a los policías corriendo para intentar salvar su vida, además de sacarse de la manga el móvil de un robo. 

¿Es real la versión de la Fiscalía? Responder en cualquier sentido sería irresponsable. Porque podría tratarse ciertamente de las consecuencias de un robo. O no. 

Desde el periodismo en Jalisco, cada vez es más común cuando se hace trabajo de investigación o se cubren temas considerados delicados, que las personas cercanas adviertan que no vale la pena correr esos riesgos, que hay que tener cuidado. También están las advertencias de los no tan cercanos, con ese dejo de amenaza. 

Para algunos medios de comunicación el espacio cómodo ha sido el de voltear hacia otro lado distinto a la realidad y reproducir lo que las autoridades les ordenan, algunos al extremo de hacerlo al pie de la letra. 

Quienes han desafiado esa política se han quedado sin empleo. Y la lista de periodistas jaliscienses en esas circunstancias es ya muy larga. 

“El gobernador le ordenó a un experto en espionaje intervenir tus cuentas de correo y de redes sociales y le dio tu número de celular”, me aseguró el abogado de una empresa involucrada en una investigación que publicamos. El gobernador amenazó a Ricardo Ravelo que lo demandó por daño moral. Detrás de la empresa que compró la Villa Panamericana está un alto funcionario estatal. Los ataques en redes sociales los opera Indatcom, una de las empresas de comunicación del gobierno del estado. Esas y muchas más son las respuestas a nuestro trabajo. 

Con los activistas ha sido peor. Detenciones arbitrarias y fuera de la ley, amenazas directas, desalojos con un desmedido uso de la fuerza pública, desapariciones forzadas, uso de su información personal. 

Así siembran miedo. Porque después de eso no hay respuestas y mucho menos consecuencias. Los delitos se cometen con total impunidad y las posibilidades de conocer la verdad son cada vez más complicadas. Así, caminamos a tientas, tratando de pisar firme, sin dejar de hacer nuestro trabajo. 

Porque ese es otro de los sentidos de provocar miedo: que nos quedemos estáticos, que no hagamos preguntas, que nos conformemos con sus versiones. Que sepamos que entre el miedo y el no pasa nada cuando hay un delito, abusos y excesos hay una línea recta, muy corta. 

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jl/I