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El cubrebocas en el suelo

El cubrebocas en el suelo es todo un símbolo. Es una imagen que sintetiza el egoísmo, la irresponsabilidad y la falta del más elemental sentido de solidaridad. No es una mascarilla que alguien perdió por casualidad, son muchas las que ahora forman parte del paisaje citadino. Se acumulan en calles y en banquetas para recordarnos el desprecio que prevalece en muchas personas por el cuidado mutuo y de la comunidad.

Ayer, en un recorrido de 19 cuadras por un par de colonias de Zapopan me topé con 17 cubrebocas tirados en la calle. ¡Casi uno por cuadra! La mayor parte del trayecto fue en una zona habitacional donde los vecinos suelen barrer las banquetas.

Si tirar basura en la calle es ya de por sí una muestra de falta de respeto a los demás, al medio ambiente y a la localidad en que habitamos, arrojar sin más un artículo que puede causar daños a la salud de otras personas es doblemente grave. Especialmente en estos momentos en que la variante ómicron del SARS-CoV-2 es tan contagiosa.

Un comunicado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAN) señala que “durante la emergencia sanitaria, el cubrebocas se ha posicionado como uno de los insumos más representativos de la seguridad, pero su manejo inadecuado lo convierte en una posible fuente de contagio de SARS-CoV-2, en particular para quienes recolectan y procesan los desechos”.

“Cuando es arrojado a la basura pasa de protector a foco de infección, porque en la mayoría de los casos se mezcla con los desechos cotidianos. Se tira gran cantidad y seguramente muchos están contaminados”.

Idealmente, dice la UNAM, los cubrebocas usados deberían tener un tratamiento especial que terminaría con su incineración.

Pero aquí, muchos de ellos ni siquiera llegan al bote de la basura. Ruedan libres por las calles.

Desde que comenzó la pandemia las autoridades sanitarias han señalado en que debemos manejar los desechos sanitarios, como los cubrebocas y los pañuelos desechables, con especial cuidado. Hay que reservarlos para tirarlos después en bolsas cerradas y separadas. De preferencia con un letrero de advertencia. Debemos evitar que vayan revueltos con otro tipo de desechos.

Pero pareciera que es mucho pedir porque grandes cantidades de ellos ni siquiera se tiran en un bote de basura.

Diversos medios de comunicación han presentado entrevistas en que recolectores de basura se quejan de que entre los desechos aparecen objetos peligrosos. No sólo los cubrebocas sin bolsa, sino incluso jeringas con sus agujas.

Las calles de una ciudad dicen mucho de quienes la habitan. Las de la Zona Metropolitana de Guadalajara están llenas de basura. Los envases desechables, los empaques de alimentos y las cajetillas de cigarros tienen un lugar privilegiado entre los numerosos desechos que se botan sin más en cualquier lugar, y a los que ahora se suman las mascarillas.

El excremento de perro es de lo que más abunda. Aunque levantar los desechos de las mascotas es una responsabilidad básica de sus propietarios, no es lo más común. No es solamente cuestión de estética, sino de salud pública. Las heces se deshidratan, se pulverizan y vuelan propagando los parásitos. Lo saben los dueños de las mascotas que no las levantan, como quienes tiran los cubrebocas saben que no es lo adecuado.

Es cierto que las mascarillas tiradas en la calle son una mínima porción del total que se utilizan. La mayor parte de la gente los tira, al menos, en los botes de la basura. Sin embargo, tampoco son unos cuantos. No debería haber ni uno.

Hace falta reforzar los procesos formativos que ayuden a las personas a tomar mayor conciencia de su responsabilidad en la vida comunitaria. A poco podemos aspirar como comunidad si no logramos, siquiera, dejar de tirar los cubrebocas en la calle.

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jl/I