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Abrasador

Ya estamos por cumplir dos años de que la pandemia llegó galopante a México. Aunque con períodos de descanso, o más bien de tranquilidad, millones de personas han sufrido en carne propia esta enfermedad sobre la que hay todavía muchas preguntas, y miles han perdido a familiares, amigos, colegas y vecinos en estos meses grises que han devorado a la humanidad. 

La información que tenemos es tan variada que a veces, aunque todas las fuentes sean reconocidas y respetables, no sabemos a quién hacerle caso. Me pasa ahora mismo con el refuerzo de la vacunación, por ejemplo, después de haber tenido Covid hace menos de un mes. Algunos especialistas dicen que hay que esperar tres meses después de haberte enfermado antes de ponerte una nueva dosis, otros sugieren dos o tres semanas… unos más incluso hasta seis meses. Y mientras leo e intento encontrar respuestas, llega otra sensación: el agobio, ese que si dejo crecer se convierte en insomnio, en ideas machacando mi cabeza, en ansiedad creando escenarios que van de lo catastrófico a lo ridículo. Porque así son las malpasadas que nos juega la mente. 

Todo ha cambiado en estos casi dos años. Ha cambiado la forma en como interactuamos con los demás, los lugares a donde vamos, las medidas o precauciones que tomamos; han cambiado los espacios en los que nos encontramos, nuestros productos de limpieza, nuestra percepción del mundo, nuestro esparcimiento. 

De un día a otro esta enfermedad nos arrebató la forma de relacionarnos. Y esto, no hay modo de que sea de otra manera, ha trastocado nuestra salud emocional. Y por más que los especialistas y las autoridades sugieren cuidarla, tanto ésta como la salud física requieren herramientas, tiempo y dinero para poder ser atendidas de maneras adecuadas. Y no todos tienen posibilidades de hacerlo. 

Si te sientes mal y no puedes dormir, ve con el psicólogo. Si tienes miedo porque alguien de tu familia murió a causa del Covid, deberías medicarte. Si no te puedes concentrar en tus estudios o el trabajo porque tus papás o tu esposa o tu novio están por perder su empleo a causa de la crisis, tal vez deberías hablar con un especialista… Decimos o nos dicen estas frases con una facilidad increíble, como si todas las personas pudieran (o quisieran) recibir atención mental. Y aunque hay servicios gratuitos o baratos, perdemos de vista que no sólo es cuestión de dinero, sino también de tiempo y hasta de intención, más cuando en general en este país hemos sido educados con la idea de que sólo las personas débiles o locas necesitan estos apoyos. 

A lo largo de la pandemia ha habido instituciones u organismos que han hecho seguimiento a la salud emocional de ciertos grupos de población. Como ejemplo, hace una semana, la Universidad de Guadalajara dio a conocer algunos de los datos que enfrenta su comunidad, entendida ésta como alumnos, profesores y administrativos. 

Acerca de los malestares psicológicos, manifiestan estrés, ansiedad y depresión en niveles normal, leve, moderado, alto y muy alto, además de dificultades para dormir y concentrarse. 

Yo, desde una posición que reconozco privilegiada, he pasado por el enojo, el hartazgo, la angustia, el insomnio, la tristeza, la preocupación, entre muchos otros sentimientos, pero siempre he estado contenida y ayudada tanto por mis amigos y familia como por profesionales que, dado el momento, también me han recetado medicamentos y terapia. 

Así que, cuando me dan ganas de soltar un “pues deberías ir al psicólogo” o “deberías atenderte, porque no es normal”, mejor reflexiono sobre las circunstancias de cada quien y evito comentarios que, en vez de ayudar, pueden causar más daño a quienes no pasan ya de por sí un buen momento. 

Tal vez también podamos ser mejores personas al dejar de juzgar los procesos de los demás. 

Todo un reto. 

Twitter: @perlavelasco

jl/I