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Las interminables agresiones al periodismo

La dimensión del trabajo periodístico ha marcado a lo largo de su historia encuentros y desencuentros intensos y profundos con las estructuras de poder; así se trate de esquemas del Estado o también de espacios de poder fáctico que, al margen del gobierno, hacen sentir el peso de su ámbito de dominio.

En las últimas dos décadas la actividad periodística en México ha padecido una peligrosa escalada de violencia y de inestabilidad que provoca una profunda y seria mirada hacia las estructuras del Estado en lo referente a las garantías que debe ofrecer, no solamente en lo relacionado con el periodismo, sino respecto a las garantías de seguridad y estabilidad social que, desde luego, implique un modelo social y democrático de calidad.

Durante 2021, siete periodistas fueron asesinados sumándose a un total de 47 periodistas muertos en cinco años, de acuerdo con las estimaciones de Reporteros Sin Fronteras y, a ese fatídico número, hay que incorporar en este inicio de año cinco nuevos casos en tan solo un mes. Esto coloca a nuestro país como uno de los más peligrosos del mundo para el desarrollo de la actividad periodística. De acuerdo con el Instituto Internacional de Prensa, entre los países en los que el desarrollo del periodismo implica altos riesgos se encuentran Afganistán, India y México.

La relevancia que tiene el trabajo periodístico implica el hecho de poder estar en contacto con un amplio margen de asuntos en los que los ciudadanos requerimos esos insumos para la toma de decisiones, de todo tipo. El incremento de espacios de información en las plataformas digitales aumenta el campo de información, sin embargo, el trabajo de investigación y de profundidad que ofrece el periodismo no ha sido relevado del espacio informativo, sino que, al contrario, ha encontrado una diversificación que multiplica las oportunidades de tener una visión amplia de los asuntos que tienen efectos sobre la vida en general.

El desarrollo de la vida democrática implica una estabilidad social de amplio espectro que constituye, por otra parte, una obligación constitucional. Un clima de violencia e inseguridad no ofrece un amplio abanico de oportunidades para un desarrollo eficiente y de calidad. En esas condiciones, el periodismo constituye un elemento sustancial en la banda de transmisión de insumos significativos para la comprensión de la situación multitemática en que se vive, porque acerca a las audiencias a los diferentes aspectos sobre los acontecimientos que impactan e influyen en las decisiones que la ciudadanía debe tomar.

El punto de conflicto lo constituye la intersección de ámbitos de interés entre actores diversos que llevan a cabo la dirección de diferentes espacios que tienen impacto social. De esta forma, las estructuras de poder que mantienen un esquema particular de funcionamiento no necesariamente ven con simpatía la cobertura que hacen los medios, y menos los análisis u opiniones que de ahí se derivan con el consecuente ejercicio de proyectar, dentro del espacio social, la discusión sobre la acción pública.

La violencia, simbólica y directa, que se ha proyectado sobre el campo profesional periodístico viene de diferentes fuentes. La impunidad se ha convertido en un elemento central en el desarrollo de la espiral de violencia que se cierne sobre muchos ámbitos del trabajo periodístico. La gran diversidad de circunstancias y de zonas en el país requiere una revisión profunda y una acción esencial, cuyos impactos deben abarcar a la ciudadanía y con ello, un mejoramiento de la dimensión del trabajo periodístico, porque la inhibición de éste constituye una disminución en la calidad de información y con ello, una disminución de las mejores opciones de funcionamiento social.

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