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Ni dictadura ni golpe de Estado

Uno de mis maestros de periodismo nos decía que hay que tener mucho cuidado con las palabras que utilizamos para comunicar. Especialmente con los superlativos, los adjetivos y las frases excesivas. 

Es usual, por ejemplo, calificar de “histórico” algún hecho que no necesariamente lo es. En aras de generar titulares que ganen la atención de los lectores o darle fuerza a la entrada de un texto periodístico se suele recurrir a frases como: “Histórico triunfo de tal equipo” o “En un hecho histórico el Congreso aprobó tal ley”. 

Al paso del tiempo, la mayor parte de los hechos calificados como históricos desaparecen de la memoria colectiva. 

No se trata solamente de una cuestión de estilo. El problema de utilizar a diario la palabra “histórico” para calificar cualquier hecho termina por vaciarla de contenido. Si a cualquier suceso le aplicamos el calificativo de histórico, el calificativo pierde sentido. Si todo es histórico, nada lo es. 

Lo mismo ocurre con la palabra genocidio que significa: “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. Si utilizamos esta palabra para calificar, por ejemplo, un asalto en el que los delincuentes mataron a 10 personas, el significado de “genocidio” se diluye. No porque matar a 10 personas no sea un acto atroz, sino porque no es “un exterminio sistemático de un grupo humano”. De forma que cuando realmente ocurra un genocidio, ya no habrá palabra que lo describa. 

De ahí que varios códigos de ética y libros de estilo de medios de comunicación recomienden a sus periodistas escribir con mesura y rehuir de las exageraciones. 

Esta reflexión viene al caso porque en el ambiente polarizado de la discusión pública que vivimos en México, los participantes acuden con mucha frecuencia a términos excesivos que no corresponden a la realidad. 

Así, por ejemplo, entre los opositores al actual gobierno federal hay quienes llegan a afirmar que México sufre hoy una dictadura. Asumir como dictadura algunos rasgos autoritarios del gobierno es desproporcionado. 

El Diccionario de la Real Academia define dictadura como: “Régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales”. No estamos en esa situación. 

De la misma manera, el presidente López Obrador se refiere con frecuencia a quienes critican algún aspecto de su gobierno como “golpistas”. Un golpe de Estado es una situación sumamente grave. 

El Diccionario de la Real Academia define al golpe de Estado como: “Actuación violenta y rápida, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de los resortes del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes”. 

No se está fraguando un derrocamiento del actual gobierno de forma ilegal ni violenta. Es desproporcionado considerar una crítica como un golpe de Estado. 

En su libro La seducción de las palabras, el periodista español Álex Grijelmo dice: “A menudo una sola palabra alcanza un poder de sugestión que no habría conseguido nunca con un razonamiento extenso y muy articulado, y dirigido al intelecto. La decisión que adoptamos al elegirla nos convierte en reyes despóticos de nuestro propio mundo, porque determinamos la realidad conforme a nuestros prejuicios y nuestras conveniencias”. 

El uso de exageraciones es un recurso de la propaganda política que sirve a los políticos, de uno y otro bando, para simplificar la realidad, crear enemigos y ganar adeptos. No reproducirlas es una manera en que podemos ayudar a serenar la crispación y a buscar modos más racionales y constructivos de discutir sobre política, sobre aquello que nos atañe como miembros de una misma comunidad. 

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