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En México también matan niños

La masacre en una escuela de Uvalde, Texas, en la que el martes pasado un joven de 18 años asesinó a 19 niños y dos maestras, ha causado gran indignación y acapara la atención de la opinión pública, no sólo en Estados Unidos, sino en otros países como el nuestro.

En Estados Unidos se intensificó el debate político al más alto nivel en torno a la posesión de armas y la seguridad en las escuelas. En México también se asesinan niños, al menos uno por día. Pero aquí la muerte de los menores se ha normalizado y no forma parte de la agenda pública.

Apenas cinco días antes de la masacre de Texas un niño de 2 años fue asesinado en México por un comando de sicarios dentro de un templo en el Centro de Fresnillo, Zacatecas. Los asesinos perseguían a un hombre que entró a la iglesia y dispararon de forma indiscriminada. El pequeño murió al instante.

Una semana después, en la misma localidad, un policía que viajaba con su familia en su día de descanso fue atacado a balazos. Lo mataron a él y a su hijo de 13 años. Su hija de 6 años y la esposa resultaron heridas.

En la misma semana vimos las imágenes de los niños de una primaria en Sinaloa tirados en el piso, cubriéndose la nuca con las manos, porque afuera de su escuela se libraba una balacera.

De acuerdo con el informe Atrocidades y eventos de alto impacto registrados en medios, elaborado por la organización Causa en Común, durante el año pasado la prensa dio cuenta de 356 asesinatos de niños y adolescentes en el país. Más de uno por día.

Las cifras de la Red por los Derechos de la Infancia son todavía mayores. Según esta organización, tan sólo en los primeros cuatro meses de la pandemia, un promedio de siete menores de edad fueron asesinados cada día en el país. Estos son algunos ejemplos.

En marzo, en Metlatónoc, Guerrero, una familia fue emboscada en una brecha. Murieron seis personas, entre ellos tres menores de edad, el más pequeño, de seis años. En esos mismos días, también en Guerrero, una mujer y un menor de 13 años, vendedores de pollos, fueron asesinados por un grupo criminal que los extorsionaba.

La madrugada del 11 de abril un grupo de sicarios ingresó a una vivienda de Tultepec, Estado de México y masacró a cuatro niñas y cuatro adultos.

El 3 de mayo tres niñas de entre 8 y 3 años, además de un bebé de 10 meses, fueron asesinados en Chicapa de Castro, Oaxaca.

En febrero de este año en una ranchería de San Gabriel, Jalisco, fueron encontrados los cadáveres de una niña de 5 años y un niño de 7. Tenían huellas de tortura y violencia sexual. Un día antes se localizó el cuerpo, también violentado, de un adolescente de 16 años que había sido privado de su libertad en Tlajomulco.

El caso que adquirió mayor relevancia fue el ataque contra la familia LeBarón, en los límites de Sonora y Chihuahua. El 4 de noviembre de 2019 un grupo de narcotraficantes atacó los vehículos en que viajaban. Mataron a tres mujeres y seis niños.

Estos son solamente algunos hechos. La lista es enorme. En la inmensa mayoría de los casos no se ha hecho justicia. Además, hay que considerar a los hijos o familiares de los más de 100 mil desaparecidos y de los cerca de 95 asesinados por día en México, y a los miles de desplazados.

Pero los niños víctimas de la violencia en México son parte de la normalidad, no merecen el interés de la clase política ni de las autoridades que están muy entretenidas en las elecciones presidenciales de 2024.

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