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El fanfarrón cierre de filas

La narrativa de hechos aislados, cuando se cometen crímenes, es una manipulación deliberada para desestimar la situación generalizada de inseguridad. Por el contrario, cuando se generaliza un solo caso en el que los funcionarios públicos cumplieron con su trabajo, la narrativa es otra manipulación deliberada, según la cual la supuesta estrategia en materia de seguridad está dando resultados. Pero no hay estrategia y los resultados son ínfimos. 

Prevalece la derrota del gobierno ante los grupos del crimen organizado, que no son una sola gran organización con una dirección y un liderazgo unívocos, sino un conjunto de células criminales movido por el mismo interés de negocios ilícitos que pueden confluir ante cierta hegemonía de algunos grupos con mayor poder y mejor organización, pero que suelen tener una pugna interminable entre sí, traiciones, aniquilación de rivales y, de paso, de cualquiera que se ponga enfrente. Como en la política, pero con más homicidios. 

Prevalece también la derrota del gobierno ante la delincuencia común y la delincuencia semiorganizada. Es tal la cantidad de robos, fraudes, extorsiones y otros tipos penales contra los bienes jurídicos patrimoniales, pero también de violencia familiar y otros que vulneran la integridad y el desarrollo de las personas, que no hay capacidad para responder a todos ellos. Y, sobre todo, el monstruo de las desapariciones que se apodera de nuestras incertidumbres. 

Hace seis años que se implementó el sistema de justicia penal acusatorio se tenía la esperanza de que su puesta en marcha permitiría agilizar y desahogar con mayor agilidad la inmensa cantidad de ilícitos, pero no ha sido así. Las salas de oralidad están congestionadas ante las limitantes que han quedado sin resolver y ante una acumulación de casos que mantiene en prisión preventiva de manera ilegal a miles de personas cuyos juicios ya tendrían que haber terminado. Pese al auge que ha llegado a tener la solución alterna de conflictos para evitar la judicialización de casos que pueden llegar a un acuerdo reparatorio, el universo de carpetas de investigación sigue siendo enorme y mucho más el de delitos que nunca se llegan a denunciar o los que las autoridades de procuración de justicia deciden no investigar. 

Así que no se trata de hechos aislados cuando se habla de un ataque a policías, o de señalamientos de colusión con un cártel, o de asesinatos interminables, o de bloqueos terroristas de vialidades. Se trata de un conjunto de actos que forman parte de un mismo fenómeno a gran escala que no se atiende. 

Las instituciones de gobierno responden de manera reactiva cuando algo así ocurre, sobre todo con tácticas montoneras. Mandan a más tropas a vigilar un rato en lo que se calma la cosa. Destinan más investigadores a algún caso llamativo para acallar la inquietud de la sociedad. Establecen cierto contacto con familias que buscan a sus personas desaparecidas. Toleran hasta cierto punto las expresiones de inconformidad, pero las silencian hipócritamente, invisibilizan su búsqueda en busca de preservar una imagen idealizada para favorecer a cierto tipo de negocios menos ilícitos que los de la delincuencia organizada, la común y la semi organizada. 

Todo eso se tendría que transformar admitiendo que hay un fenómeno que nos rebasa, no sólo al gobierno, sino a la sociedad, a las empresas, a las organizaciones civiles, a las religiosas, a las educativas. Y se tendría que apostar todo para conformar un frente común, más allá del discurso fanfarrón de “cerrar filas” detrás de cierto proyecto político. Se tendría que partir de la humildad, la verdad, la solidaridad. 

Twitter: @levario_j

jl/I