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Irene Vallejo fue “la rara” durante mucho tiempo

CURIOSIDAD. En la charla en Mil Jóvenes Con Irene Vallejo, acompañada de Laura Niembro, de inmediato conectó con los asistentes que la invitaron a contar detalles de su vida y obra. (Foto: Jorge Alberto Mendoza)

“Durante mucho tiempo fui la rara”, confesó ayer Irene Vallejo ante jóvenes que acudieron a charlar con ella en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). La escritora española contó su historia de acoso y violencia por ser distinta y la de su éxito editorial, El Infinito en un junco, acontecimientos unidos por lo que ella misma llamó “una terquedad en la esperanza que a mí me ha salvado de los problemas, de las puertas que se nos cierran en las narices, de los noes” y de las afirmaciones de que “no eres lo suficiente”.

Con ese tema abrió la charla en Mil Jóvenes Con Irene Vallejo, acompañadas de Laura Niembro, y de inmediato conectó con los asistentes que la invitaron a contar detalles. “Vivimos en una sociedad en la que se presumen los éxitos”, pero se esconden los tropiezos, les aseguró.

Esta sociedad, dijo Irene, es la que invita a ser pragmáticos, a tener éxito con el dinero, proyección social. Por eso, invitó a “romper con esa ficción colectiva que cultivamos a través de las redes. Las redes, que pertenecen al género de la ficción”.

Desde pequeña supo que quería ser escritora. Porque a ella no le apasionaba ser astronauta, sino contar la historia del astronauta e imaginarse lo que encontraba en otros mundos. Además, le provocaba placer ir a la escuela. Porque quería aprender cosas nuevas.

Así se convirtió en “la rara”. Un apodo que le pusieron sus compañeros, los mismos que la agredían físicamente, le rompían o le escondía sus cosas o le escupían el almuerzo. Y ella guardaba silencio, porque creía en ese pacto del recreo en el que no pueden entrar los adultos.

Sus padres eran grandes lectores y eso la conectó pronto con las historias y fortaleció su amor por la literatura. Pero cuando dijo que quería ser filóloga, volvió a ser la rara. Su familia creía que escribir podía ser su pasatiempo y “me invitaban a tomar un trabajo de verdad”. Después de muchos años aceptaron su vocación, aunque lamentó que su padre no alcanzara a ver los frutos.

También fue cuestionada por la aversión de algunas autoridades hacia la literatura. Vallejo afirmó que “los libros son objetos poderosos y ese poder es por el que los amamos tanto y por el que se les odia tanto (…) A través de los relatos se puede desafiar la versión oficial, se aprende a ser inconformista, a armar rebeliones”.

jl/I