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Iglesias son primera línea de defensa contra abusos en Sudán del Sur

(Foto: Notimex)

JUBA. En la terrible guerra civil de Sudán del Sur, los principales promotores de un proceso de paz que tarda en arrancar son las iglesias cristianas.

Reunidas bajo la sigla SSCC (Consejo de las Iglesias de Sudán del Sur), luchan en primera línea contra los abusos y la violencia que se perpetúa impunemente en la capital, Juba, y en otras regiones.

Obispos, pastores, monjes y monjas señalan con el dedo al presidente, Salva Kiir Mayardit, a quien consideran el responsable número uno de la crisis que ha devastado el país más joven del mundo.

Las iglesias que conforman el SSCC son siete, con la católica y anglicana como principales exponentes. La misión fundamental del consejo es dar a conocer a la comunidad internacional la gravedad de la crisis actual.

En un país como Sudán del Sur, donde cada desacuerdo va seguido de severas repercusiones, las iglesias cristianas tienen el mérito de haber dado voz a los sectores más vulnerables de la población.

El colapso de la libra de Sudán del Sur respecto a las divisas extranjeras ha provocado un aumento de precio de los productos básicos, así como un aumento de los impuestos y tarifas de los servicios públicos en las ciudades.

La inflación, la sequía que ha afectado a África Oriental y la guerra entre las fuerzas de etnia dinka, leales a Kiir, y las de etnia nuer, fieles al ex vicepresidente Riek Machar Teny Dhurgon, han contribuido a la propagación de la hambruna en algunos estados rurales de Sudán del Sur.

A Santo Loku Pio Doggale, un obispo católico de Juba, muchos lo apodan "el muerto que anda". Acusa abiertamente a Kiir de ser un criminal, el instigador de las atrocidades étnicas que las organizaciones internacionales presentes sobre el terreno denuncian diariamente.

Recita unos sermones encendidos todos los domingos por la mañana en la catedral de Santa Teresa. En la mayoría de las ocasiones, Kiir, católico y habitual en la catedral, ha tenido que irse de a la misa por la vergüenza.

"El principal problema de Sudán del Sur, dice desde la terraza de su estudio, es Salva Kiir Mayardat. Mata a los estudiantes, a los profesores, a los trabajadores humanitarios, a los sacerdotes y los pastores. Incluso a los niños. Destruye todo lo que no es dinka como él”.

Señala que “en este país falta de todo, desde los hospitales hasta las escuelas. Sin embargo, a través de las Naciones Unidas y las ONG llega dinero, pero ¿qué sucede? Termina en sus manos. Y pensar que él mismo llama ''fuerzas del mal" a todos estos donantes…".

Las agencias humanitarias internacionales están trabajando en un entorno difícil, a menudo hostil, donde desde que estalló la crisis han sido asesinados más de 80 trabajadores humanitarios.

El gobierno de Juba también ha aumentado las tasas de registro para las ONG que trabajan en el país. Las extranjeras tendrán que pagar por el período 2017-2018, 3 mil 500 dólares estadunidenses, mientras que las locales pagarán 500 dólares en lugar de 450.

Desde que estalló el conflicto, en diciembre de 2013, más de millón y medio de personas fueron obligadas a huir y pidieron asilo en los países vecinos para escapar de la violencia y el hambre.

Otros 2 millones de personas se han quedado bloqueadas en el país. El dato más alarmante es que los niños se están convirtiendo en el símbolo de esta crisis.

Según el ACNUR, constituyen cerca de 60 por ciento de los refugiados fuera del país, mientras que un millón 400 mil más viven en campamentos de refugiados en el país.

La agencia de la ONU informa que son más de un millar los niños asesinados o heridos desde el inicio del conflicto, que ha costado la vida a al menos 100 mil personas. Otros 75 mil niños que han huido a Uganda, Kenia y Etiopía cruzaron la frontera por su cuenta.

"Sudán del Sur, dice el padre James Oyet, católico, presidente del SSCC, nunca ha tenido esperanzas de paz. Nací durante la guerra, crecí durante la guerra, fui ordenado sacerdote durante la guerra, y trabajo en tiempos de guerra”.

Agrega que siempre ha tenido “el trauma de la guerra, el trauma de la violencia. A pesar de mi preparación cultural y religiosa, no consigo salir de esta jaula de opresión. Imagínese si puede hacerlo la gente común".

"Nuestra cristiandad, añade, no está madura. Tenemos demasiados creyentes que no son cristianos a tiempo completo, como decía el papa Juan Pablo II. Valores cristianos como el respeto por la vida y el amor al prójimo aquí no se respetan”.

“La fe, la verdadera fe, no está consolidada en Sudán del Sur. En el Consejo de las Iglesias de Sudán del Sur estamos tratando de revivir esta fe que fluctúa. Lo he dicho siempre, la sangre del bautismo es más débil que la sangre de la tribu", dice.

Y concluye: "Queremos decir a la comunidad internacional que no olvide a la gente de Sudán del Sur, que no se merece todo este sufrimiento y todas estas muertes”.

“Si nos encontramos en esta situación es culpa de nuestra clase política, a la que le gusta el poder, robar dinero, ser corruptos. Con esta clase política no podemos construir un futuro", fustiga.

Los numerosos acuerdos de alto al fuego conseguidos bajo los auspicios de los negociadores de la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), la organización regional dedicada a encontrar una solución a la crisis de Sudán del Sur, han sido desestimados.

Esto incluye también el último acuerdo, firmado en agosto de 2015 primero por Salva Kiir en Addis Abeba y luego por Riek Machar en Juba, que parecía diferir de los tratados de paz anteriores, que nunca se cumplieron.

El acuerdo parecía haber puesto en marcha un proceso efectivo de salida de la crisis hacia una paz sostenible y duradera, con la formación de un nuevo gobierno de unidad nacional, que también preveía la repatriación gradual de los miembros del grupo armado de la oposición dirigida por Machar.

Pero las repetidas dificultades en la formación del nuevo gobierno por parte de los negociadores encabezados por la IGAD y la ola de violencia que estalló el pasado julio en Juba y se extendió a la región de Equatoria, hasta entonces ajena la guerra civil, han hecho naufragar totalmente las esperanzas de una pacificación.

Hilary Luate Adeba es el obispo anglicano de Yei, como Juba en el estado de Equatoria central. También él es conocido en todo Sudán del Sur por sus ardientes sermones contra el presidente Kiir.

Tras la investidura de tres nuevos obispos en la Catedral de Todos los Santos, cuenta sin rodeos lo que está sucediendo en su ciudad: "Al comienzo de la guerra civil Yei era el lugar más pacífico de todo Sudán del Sur”.

“Gran parte de los habitantes del país que huían de la violencia y la persecución encontraron refugio precisamente en Yei. Fue a partir de 2016 cuando la crisis llegó a mi ciudad, y fueron expulsados varios miembros del Ejército de etnias minoritarias", refiere.

"Yei, continúa, sólo es accesible en avión. Esto se debe a que alrededor hay combates entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes leales al ex vicepresidente Machar”.

“Como en todas las guerras del mundo, destaca, tampoco aquí hay sólo buenos y sólo malos, sino que os puedo asegurar que el mal que el presidente Kiir y sus hombres están haciendo no tiene igual”.

Enfatizó que “actualmente continúan registrándose asesinatos en el centro de la ciudad, se dispara a los civiles por nada. Todo el mundo lo sabe, no es ningún secreto. El gobierno es consciente de ello porque son ellos los que dan las órdenes para los homicidios".

FV/I