Pepe Mujica
Uruguay ha sido una de las democracias latinoamericanas con el mejor desempeño en las últimas décadas… aunque no siempre fue así. Su historia política registra dos golpes de Estado militares: el primero entre 1933 y 1942; y el segundo entre 1973 y 1985. En el contexto de crisis políticas y económicas en los años 60 surgió la guerrilla urbana de los Tupamaros. Uno de sus fundadores fue José Alberto Mujica Cordano, conocido como Pepe. Nació en Montevideo, Uruguay el 20 de mayo de 1935 y murió el 13 de mayo, a siete días de cumplir los 90 años, dejando un legado como una de las figuras más icónicas de la izquierda latinoamericana.
Por su participación en la guerrilla, Mujica fue encarcelado con otros 12 compañeros. En el filme La noche de 12 años (Álvaro Brechner, 2018) se retrata el calvario experimentado junto con otros tres tupamaros bajo la dictadura militar. Durante más de una década sufrieron un aislamiento extremo, tortura psicológica, privación sensorial, desnutrición y humillación sistemáticas. Sus carceleros les advirtieron: “Como no podemos matarlos, vamos a volverlos locos”.
Ahora bien, no cabe duda de que el encarcelamiento por más de cuatro mil ochocientos días tuvo un impacto en su posterior activismo político. Existe un paralelismo con Nelson Mandela, quien estuvo en confinamiento por 27 años. Su analogía recurrente se debe a que sus trayectorias similares como ex guerrilleros que luego abrazaron la democracia, simbolizando la reconciliación y humildad en el poder. Mandela lideró una transición nacional tras un régimen de segregación, mientras que Mujica gobernó en una democracia consolidada, aunque ambos priorizaron la paz sobre el resentimiento. Como resume el periodista José Vales: “Fueron dos personajes que realzaron el oficio de la buena política... llegaron desde la violencia y construyeron paz”.
¿Cómo influyó la personalidad de Pepe en configurar la consolidación y el desempeño de la democracia uruguaya? Mujica aportó una voz crítica y moral desde el “sur global”, al ofrecer una perspectiva alterna que revitalizó el debate democrático mundial. Mujica ha sido una figura especialmente valorada por jóvenes y movimientos sociales que buscan una política más auténtica, participativa y enfocada en el bien común.
La trascendencia de José Mujica para el desarrollo de la democracia radica en su ejemplo ético, su política inclusiva, su apuesta por los derechos humanos y su vocación de servicio público. Su figura representa una alternativa creíble al cinismo político y una inspiración para la construcción de democracias más justas, humildes y humanas.
Mujica demostró que es posible gobernar con humildad y ampliar derechos, pero su figura también revela tensiones propias de la izquierda: entre la utopía y el pragmatismo, entre la coherencia personal y las concesiones del poder. Su legado sigue vivo no como un manual, sino como un espejo incómodo para quienes hoy repiten sus eslóganes, pero no su austeridad. La actual izquierda de la cuarta transformación (y su segundo piso) tiene el gusto por cobrar con la izquierda y gastar con la derecha.
jl/I
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