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Infantes de Latinoamérica dialogan con un hombre del Espacio

CUESTIONAMIENTOS. Como el diálogo se extendió sólo por 20 minutos, muchas preguntas se quedaron en el tintero. (Foto: Cortesía UdeG)

Menos de 600 humanos han logrado salir al espacio sideral desde que, el 12 de abril de 1961, lo logró por primera vez el cosmonauta soviético Yuri Gagarín por 110 minutos. 62 años y dos meses después de esa hazaña, el estadounidense Frank Rubio permanece desde hace semanas a 400 kilómetros de la Tierra, en la Estación Espacial Internacional. Desde esa atalaya que supera cualquier altitud terrestre, la mañana de este lunes dialogó con niños latinoamericanos en una señal que fue bajada en Guadalajara para un programa especial del Canal 44 que se replicó a 41 televisoras en toda Iberoamérica.

Su escucha terrestre fue en la Biblioteca Juan José Arreola del Centro Cultural Universitario y se realizó en el marco del programa especial de televisión “Iberoamérica en órbita”, del Noticiero Científico y Cultural Iberoamericano y con una audiencia en el foro de 150 infantes de ambos sexos y de todos los rincones de la conurbación tapatía, además de algunos académicos universitarios.

Tras una espera en que se intercalaron entrevistas pregrabadas con expertos, la conductora Ana Cristina Olvera presentó “totalmente en vivo” a Rubio, quien, sin mucho preámbulo, en tono coloquial, modesto, anunció: “Ésta es la Estación Espacial Internacional, bienvenidos, los escucho muy bien”. Mientras, los escolares que fueron invitados a la biblioteca miraban asombrados cómo se revelaba en el video un hombre con un fenotipo muy similar al de muchos de los espectadores: moreno, ojos rasgados, cuerpo mediano; que hablaba en el mismo idioma de la audiencia, y que parecía no reflejar en sus palabras y gestos comedidos el impresionante privilegio de ser parte de esa muy reducida humanidad que ha viajado más allá de las fronteras de nuestro mundo.

El astronauta se ha desempeñado como piloto de helicóptero del Ejército estadounidense; nació en el seno de una familia salvadoreña migrante y en 2017 fue seleccionado como parte de la Generación 22 de la Agencia Espacial de los Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés). Su tránsito en la estación, pese a toda la modernidad tecnológica, no es asunto sencillo ni cómodo; no tiene por qué serlo para un ejemplar de un mamífero que ha evolucionado siempre pegado al suelo terrestre, ya que ni siquiera le es natural el vuelo, aunque se haya, evidentemente, entrenado. Rubio permanecerá un año en el espacio, en medio de la negra hondura de ese vacío sideral, con una mirada privilegiada hacia el planeta donde nació, ese pálido punto azul de que hablaba Carl Sagan, que para Rubio es en realidad una colosal esfera inabarcable, por estar a una distancia tan corta.

Entre las preguntas que le dirigieron, “¿Cómo se puede estar tan lejos sin su familia, sin sus hijos, sin sus amigos?”, fue la única de orden más personal en medio de decenas que previamente fueron enviadas y seleccionadas. Otros menores buscaron respuestas para los siguientes cuestionamientos: cómo se forma un cosmonauta, qué disciplina requiere, qué estudios hay que seguir y cómo reconocer si hay vida más allá de la Tierra.

“Explorar y aprender nuevas cosas siempre me ha emocionado y es algo que siempre he tratado de hacer en mi vida. Cuando se presentó la oportunidad de ser parte de este gran equipo de la NASA, me dije que tenía al menos que tratar y de veras que es un gran orgullo estar en este equipo”, dijo. Con sus respuestas, los escolares deben entender que llegar al espacio requiere disciplina y conocimiento; buscar y aprender de ciencia y tecnología, plantear y comprobar nuevas hipótesis, e innovar.

Como un pequeño desahogo, deslizó: “Al fin del día esta es la misión que tenemos y la misión se tiene que completar aunque sean seis o doce meses; la prioridad para la NASA es seguir con la misión, pero claro que es difícil, porque ya estaba preparado para regresar a ver a mi familia”.

El diálogo sólo se extendió por unos 20 minutos, lo que dejó muchas preguntas en el tintero y la sensación de que al entrevistar a uno del reducido contingente de personas del espacio, hubiera sido interesante la descripción de lo que se asoma a la vista todos los días y de cómo se doma ese tan humano horror al vacío. Pero como exclusiva para esta región del mundo, el hecho queda inscrito en el currículum de Ana Cristina y en los anales de una estación de televisión pública que ha empujado un proyecto diferente.

EH-jl/I