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El hombre, un extranjero hacía sí mismo

Nada me impresiona más que los hombres que lloran.

Nuestra cobardía nos ha hecho considerar

el llanto como cosa de mujercitas.

Cuando sólo lloran los valientes

Julio Ramón Ribeyro

 

No asusta que un hombre diga que es machista. Asusta que a partir de todas las posibilidades que existen para reflexionar sobre su masculinidad, para revisar su conducta, para repensarse y analizarse, y a partir de todas las oportunidades que la cotidianidad le presenta, continúe sintiéndose orgulloso de lo que aprendió en la prehistoria.

La antropóloga mexicana Marta Lamas expresa que la ley social refleja e incorpora valores e ideas del orden simbólico de la sociedad con todas sus contradicciones e incongruencias. Entonces, el hombre podría entenderse a sí mismo como un producto de la cultura, como la construcción de lo que hombres y mujeres le transmitieron durante su crianza, incluso el resultado de lo que no comprendió y adoptó de manera consciente e inconsciente.

En realidad, ¿Podríamos dar por sentado que ellos se han permitido reflexionar sobre lo que significa “ser hombres”? ¿Entendemos la responsabilidad y riesgo que implica para un hombre mostrarse diferente a otros?

Incluso existen hombres que aun teniendo identificadas conductas que reprochan de otros hombres de su historia, las replican a ojos cerrados y las defienden a capa y espada. Esta aproximación de leer al hombre es con la intención de que nos permitamos dialogar desde nuestros lugares, con nosotros mismos y con los demás. El deseo es que mediante diversos dispositivos podamos sensibilizarnos respecto al tema e invitar a los protagonistas masculinos a confrontar su propia ficción y crear nuevas realidades.

Mediante el dialogo reflexivo, el que los hombres se permitan disentir con las ideas de otros hombres o el no reírse del chiste misógino de pronto resulta un acto revolucionario.

Si pensamos en los llamados micromachismos, ¿los hombres saben que existen estos términos o qué significan?, ¿se han autobservado en relación a ellos? Una vez que se ha notado que algo de la propia conducta trastoca la paz del otro, habría que destinar nuestro lado más evolucionado para la introspección y al cambio.

La filósofa norteamericana Judith Butler dice que el humano debe volverse extranjero hacía sí mismo, extraño para sí mismo, incluso monstruoso, para reinventar al ser humano sobre otro plan. Hombres, nosotras jamás seremos hombres. Jamás podremos ser padres y madres a la vez. Hombres, la sociedad ocupa su reinvención.

 

jl/I