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19 de septiembre

Los primeros segundos desde que empezó a sonar la alerta sísmica cerca de las 13:15 nadie creyó que fuera real. Apenas habían pasado dos horas desde que se hiciera el simulacro tradicional de todos los 19 de septiembre para conmemorar el terremoto de 1985, justo hace 32 años.

Pero la naturaleza no entiende de ironías y a los pocos segundos se empezaron a sentir los violentos efectos de no uno, sino dos sismos casi simultáneos. Uno de 7.1 grados con epicentro en Morelos y otro de 6.8 grados con epicentro en Puebla.

Tuve la suerte de estar en un coche de Uber cuando empezó el sismo, subiendo por la avenida Constituyentes hacia la zona de Santa Fe, donde tendría una reunión de trabajo.

Lo que sentimos ahí no nos permitía adivinar el daño generado, pero prendimos el radio y las noticias empezaron a llegar sobre colapsos de edificios. En ese momento el conductor y yo dejamos de ser extraños y nos volvimos aliados para buscar el mejor camino a casa e investigar si todos nuestros seres queridos estaban sanos y salvos. El servicio de llamadas en los celulares dejó de estar disponible casi inmediatamente y WhatsApp se convirtió en la herramienta esencial para rastrear el estado de familia y amigos.

Dejamos atrás un Santa Fe completamente evacuado para volver hacia zonas más céntricas de la ciudad. A los pocos minutos de viaje colapsaron las calles por la cantidad de gente queriendo moverse al mismo tiempo. Me bajé del coche entrando a la zona de Polanco para seguir a pie. Nunca había visto tanta gente junta en la calle. Caras pálidas, miradas desorientadas, muchas personas en estado de shock.

Empezaron a llegar peticiones de ayuda por redes sociales para las colonias Condesa, Roma, del Valle y Centro, para distribuir bienes de centros de acopio y apoyar en el rescate de gente entre los escombros. Mi esposa, un grupo de amigos y yo decidimos acercarnos a pie para apoyar de cualquier manera.

En el cruce de avenida Chapultepec con Salamanca se sintió en el ambiente un cambio de estado de ánimo. La gente en esa zona había pasado del susto a la movilización. Las acciones resultaban de una combinación de la respuesta más ordenada de las instituciones que trataban de hacer su trabajo de la mejor manera posible (Ejército, Marina, policías, bomberos, paramédicos) y la respuesta más espontánea de los civiles que llegaban por oleadas a los puntos para los que se pedía apoyo en redes sociales. Todos se movían con los mismos objetivos de rescatar a los sobrevivientes atrapados y asegurar que llegara ayuda a quien la necesitaba.

Unos trataban de organizar el tráfico ante la ausencia de semáforos por los cortes en energía eléctrica, otros se subieron a sus bicicletas y motocicletas para transportar bienes desde y hacia los centros de acopio, otros colgaban listas de gente rescatada para que sus seres queridos se enteraran, otros mantenían a la gente fuera del peligro de las zonas donde se reportaban fugas de gas, otros tantos formaron largas cadenas humanas para mover lo que hiciera falta.

Los daños en las colonias Condesa y Roma, que son las que tuve oportunidad de ver de cerca, son extensos. Además de los colapsos hay muchos edificios acordonados por posibles daños estructurales a la espera de que los expertos de protección civil los revisen, entre ellos, mi oficina en la calle de Puebla, en la colonia Roma Norte.

Mientras termino de escribir estas palabras todavía hay gente atrapada y muchos heridos. Cierro mi columna ofreciendo una oración por ellos, por que salgan con vida y con salud, por las familias de los que perdieron la vida y por todos los que están poniendo su granito de arena solidario.

@ortegarance

JJ/I