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Sólo Meade ‘bajó’ a Claudia

Ser coordinadora de campaña del candidato presidencial de su partido no es poca cosa para Claudia Delgadillo González y, por supuesto, era una suculenta oferta como para rechazarla y olvidarse de su aspiración de ser candidata del PRI a la presidencia municipal de Guadalajara, un objetivo que al menos en el discurso señaló como único, innegociable y por el que iba “hasta el final”.

En los hechos, para lograr su cometido no dudó en solicitar licencia como diputada local y dirigente de su partido en Guadalajara, registrarse como aspirante, pedirle a su principal adversario, Eduardo Almaguer Ramírez, declinar a su favor e iniciar precampaña sin la compañía de la cúpula política de su partido, pero cobijada por liderazgos sociales tapatíos.

Después de todo esto, algo sucedió para que no sólo en el comité estatal sino hasta en el nacional descartaran hacerle la oferta de ser candidata a diputada federal o, incluso, al Senado –como se escuchó en los corrillos priístas– y tuviera que intervenir hasta el propio precandidato a la Presidencia de la República, José Antonio Meade Kuribreña, quien debió de haberla palomeado.

Ignoramos de qué tamaño fue el expediente que armaron de Claudia Delgadillo como para que todos quienes toman decisiones alrededor de Meade se convencieran y concluyeran que era el mejor perfil para coordinar una campaña que no será fácil y mucho menos en Jalisco, donde propios y extraños dan por muerto al PRI tanto para llegar a Los Pinos como a Casa Jalisco.

Es claro que la decisión de darle esa responsabilidad a Delgadillo González se tomó “de última hora” y extrañamente luego de la movilización realizada en su arranque de campaña, pues también es evidente que dicha designación no se tenía considerada cuando tomó las decisiones arriba mencionadas, desde su declaración pública que aspiraba a ser candidata hasta sus actos de campaña.

Incluso, en la mesa del partido su nombre estaba incluido como potencial candidata a diputada federal por el distrito 9, donde para la diputación local se considera al regidor Salvador González de la Cruz.

También es posible creer que Claudia Delgadillo no buscó esta coordinación, pues de ser así la hubiese tramitado con sus contactos que tiene en las cúpulas priístas a nivel nacional desde el principio, sin meter en un embrollo a su partido y dejándose ver como la rebelde de entre las aspirantes. Entonces, ¿por qué nadie logró bajarla en su aspiración como lo hicieron, por ejemplo, con Rocío Corona Nakamura en Guadalajara o con otros aspirantes en diversos municipios, y no fue sino hasta que advirtieron el riesgo que implicaba dos precampañas paralelas por la candidatura tapatía cuando ya estaba tomada la decisión de que Almaguer fuera el candidato único?

No dudo que advirtieron también que dejarla correr con su precampaña podría complicar al final la convención de delegados y alterar el guion a seguir que ya tienen elaborado en el PRI, y que su declinación no se lograría solamente con una candidatura a San Lázaro. Era necesario hacerle una oferta lo suficientemente atractiva como para que no la rechazara, como quizás lo había hecho con la diputación.

Ahora Claudia Delgadillo tendrá que demostrarle a los priístas, desde Meade hasta el más sencillo de los militantes en Guadalajara que la impulsaban como precandidata, que está a la altura de la responsabilidad recibida y sabrá entregar buenas cuentas que se reflejen en el resultado final de la elección.

De no lograr lo anterior, entonces será retirada a mitad del camino electoral y se quedará sin miel y sin jícara. Ése es el riesgo que aceptó correr. Pero mientras esto sucede, sin duda que su sorpresiva designación como coordinadora de campaña de Meade deja abierta muchas interrogantes.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.

JJ/I