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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Fue toda emoción. Ayer en el Laboratorio de Arte Variedades (Larva) cerraron con broche de oro las actividades del Festival de Danza Contemporánea Onésimo González con la obra Indisciplina.
Se trató de una pieza contemporánea dirigida por Anaïs Botus y Claudia Cisneros en la que retaron durante alrededor de un mes a cuatro de los más experimentados bailarines de Jalisco a olvidar todo lo que habían aprendido a lo largo de sus carreras, que en casos contaban con más de 30 años.
El resultado fue una obra que al principio parecía más un performance: Antonio González, Héctor Torres, Itzel González y Rafael Carlín yacían en el suelo. Ahí el público caminó por todo su alrededor, a veces hincándose con ellos o mirándolos desde la distancia. Sus movimientos ahí fueron frágiles, lentísimos. No había butacas: todo el Larva era espacio para observar.
A lo largo de la obra los bailarines experimentaron con una disección de pasos de danza folclórica y expresiones del butoh.
Las instrucciones de las coreógrafas a los intérpretes fueron sobre todo cerrar los ojos, hacerse consciente del espacio, experimentar con su cuerpo ahora y abrir los ojos de nuevo. Los espectadores estaban siempre transitando. Siempre en movimiento y a veces incluso sentados en el espacio.
Jugaron con las sombras y los ecos del espacio. Su única música eran percusiones lentas y un saxofón, todo compuesto por Kenji Kishi. La tensión que provocaba la expresión de los gestos de los bailarines y sus momentos de movilidad, pero también de inmóvil introspección, conmovió a algunos hasta las lágrimas.
A veces también imitaba a sus maestros: las imágenes de Martha Graham, Alwin Nikolais, José Limón y Kazuo Ohno, por mencionar algunos, fueron reproducidas por sus cuerpos.
No hubo aplausos al final. Comenzó la cumbia y el Larva dejó de ser un escenario y se convirtió en una pista de baile común: los bailarines instaron a la audiencia a sacar sus mejores pasos durante poco más de media ahora. Eso: las diferentes formas en las que estos bailarines entienden y viven la danza también en lo colectivo fue el centro de la pieza.
JJ/I