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¿Renovación política? 

Hoy hice la reflexión de que llevo más de ocho años escribiendo sobre cómo en muchas partes el mundo los ciudadanos reclaman que se dé una renovación política. En marzo de 2011 escribí mi primera columna de opinión en un periódico y el tema fue el movimiento 15-M de los ciudadanos indignados que acamparon en la Puerta del Sol en Madrid en protesta contra el dominio bipartidista del PP y el PSOE. 

La indignación se transformó después en apoyo a nuevos partidos como Podemos, Ciudadanos y ahora, Vox… pero crear nuevas instituciones no fue suficiente, porque se ha vuelto más complejo para los partidos negociar posturas comunes. Dejó de funcionar la interpretación que teníamos del espectro izquierda-derecha. ¿Qué significa izquierda o derecha en el mundo de hoy? Y, por lo tanto, ¿qué partidos pueden aliarse sin caer en contradicciones identitarias? España lleva meses en parálisis política. 

La historia de la identidad de los partidos políticos tiene un origen sencillo: la representación de las élites que quieren mantener sus privilegios y el orden establecido (conservadores) contra la representación de aquellos grupos que quieren liberar al individuo del poder de la clase privilegiada y producir un movimiento de cambio (liberales). Históricamente, la renovación política ha ocurrido en la alternancia de uno y otro lado. 

México ha tenido varias alternancias, dos de ellas muy violentas, desde que es un país independiente. El siglo 19 fue un ir y venir de conservadores defendiendo las instituciones y privilegios de las monarquías europeas y liberales buscando una república y libertades individuales. La Guerra de Reforma dio el triunfo a los liberales, que luego con Porfirio Díaz volvieron a crear una élite conservadora. México entró nuevamente en ebullición en el siglo 20 con la Revolución generada por nuevos grupos que buscaban cambios y más derechos para campesinos y trabajadores. Tras el triunfo de estos grupos, Calles los unificó en una sola identidad que se convertiría en el PRI que dominó durante 70 años. 

La alternancia de 2000 fue distinta. Fue un cambio de color, pero no de ideas. El mundo, y México con él, tuvo un crecimiento brutal en la segunda mitad del siglo 20. La calidad de vida mejoró para todos según cualquier indicador (alfabetización, expectativa de vida, educación, salud) y todo gracias al modelo capitalista. En general todavía no había suficiente indignación para movilizar nuevas ideas… por eso pudo volver el PRI en 2012. 

Durante la década de 2010 el mundo ha vuelto a hervir… y como ahora está más interconectado que nunca, lo ha hecho por todos lados y de muchas formas diferentes.  

El hilo conductor es el mismo: grupos que buscan producir movimientos de cambio. Unos quieren defender su trabajo frente a los migrantes y votan a nacionalistas. Otros quieren terminar con cleptocracias y votan a quien sea que les cuente una historia más o menos creíble contra la corrupción. Los más jóvenes empiezan a despertar a la realidad del cambio climático y buscan a aquellos que ofrecen soluciones. 

El problema es que, aunque hay muchos discursos de renovación política que atacan el orden establecido, hay pocas plataformas que declaren un destino del movimiento que proponen. Ya sabemos que hay que movernos, ¿pero hacia dónde? 

La verdadera renovación política debe tener ideas nuevas. 

El 2018 fue el punto de inflexión. Los mexicanos votamos para que se acabara lo de antes y escogimos aquello que sonaba más distinto. Ahora es momento de inundar la conversación política de nuevas ideas. Escuchar a una sola voz no es regeneración… es el camino más rápido para volver a estar como estábamos. Hacen falta nuevas voces en nuevos partidos o en la refundación de los viejos. Movamos esos músculos políticos atrofiados y empecemos a pensar en cómo resolver la desigualdad de forma sostenible… y salgamos a presentarlo a la sociedad con una propuesta política clara y honesta. 

Twitter: @ortegarance

jl/I