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¿Y la democracia?

En la película V de Venganza hay una secuencia en la que el personaje principal, V, le recuerda a la teleaudiencia de su país que, en medio del pánico causado por una guerra y una epidemia, la población aceptó la propuesta de un líder político que les ofreció orden y paz a cambio de su consentimiento obediente y silencioso, y en consecuencia ahora tenían que soportar la crueldad y la injusticia, la intolerancia y la opresión, sin quejarse ni exigir soluciones, como antes podían hacerlo.

Así, a lo largo de la película nos vamos enterando de cómo ese país fue renunciando a los contrapesos democráticos, dejando que se concentrara todo el poder en una sola persona y, paradójicamente, quienes lo habitaban vivían cada vez más inseguros, porque la arbitrariedad con la que se ejercía el poder favorecía a las autoridades que abusaban de él, en medio de la impunidad incluso si dañaban a alguien. Cualquier parecido con la realidad de México es producto de la historia, no de la casualidad.

Como humanidad hemos ido buscando mecanismos que nos permitan vivir en un equilibrio que nos ponga a salvo, colectiva e individualmente, de cualquier situación extrema en la que las personas estemos expuestas al abuso de cualquier otra u otras. La historia de nuestras instituciones políticas nos permite ver cómo hemos experimentado con diversas formas de gobierno.

Sin embargo, lo que hemos podido constatar es que lo menos conveniente es que el poder se concentre en una sola persona, o muy pocas. Por eso es muy importante contar con un Poder Legislativo integrado por un gran número de personas que deben representar en conjunto a una buena parte de las maneras de pensar de la población.

Así que, tomando en cuenta que representan múltiples visiones del mundo, quienes integran al Legislativo deberían impedir que el Ejecutivo tome decisiones apresuradas, y además deben ajustar lo que les envíe para que se atiendan en la medida de lo posible las necesidades y demandas de las minorías, porque así es como se construye un estado de derecho. Lo contrario, hacer prevalecer únicamente la perspectiva de la mayoría es la ley de la selva.

Por eso es tan importante observar lo que ocurre en nuestro Congreso, ya que ahí se toman decisiones que pueden fortalecer la democracia y el estado de derecho, o por el contrario socavarlos. En particular, en estos días se han presentado dos iniciativas de ley en la Cámara de Diputados que son preocupantes.

La primera pretendía que en situaciones como la que ha provocado la pandemia, el poder de legislar se concentre en las seis o siete personas que integran la Junta de Coordinación Política, que son quienes lideran las bancadas, y cuyo voto pesa tanto como el número de diputados que representan. Afortunadamente esa iniciativa ya se desechó, por lo pronto, porque en la práctica les hubiera dado el poder de legislar, e incluso cambiar la constitución a dos o tres personas.

Pero la segunda iniciativa, que envió el presidente de la República, está programada para discutirse para cuando este texto se publique, y es muy peligrosa, porque si se aprueba le quitará al Congreso la facultad de decidir cuál es la mejor manera de ejercer el presupuesto público y se la dará al presidente. Es decir, si se aprueba, la decisión de qué es lo que conviene hacer con los recursos de todos lo decidirá una sola persona, con sus propios criterios, lo que es muy peligroso, sin importar qué tan bien intencionada sea esa persona. Así que debemos presionar a quienes nos representan en el Congreso para que no permitan que eso ocurra. Hagámonos cargo de lo que es nuestro.

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