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El amigo Trump 

No fue una cumbre de presidentes. Justin Trudeau se excusó argumentando problemas de agenda, aunque ha trascendido que los motivos tienen que ver con la amenaza de aranceles. Tampoco fue una visita de Estado que implicaría, además de la logística protocolaria, el abordaje de una variedad de temas de interés para ambos países. Finalmente, la entrevista largamente anunciada se limitó al formato de una visita de trabajo, con un solo tema, la puesta en operación del nuevo tratado comercial de los países de América del Norte: el TMEC. 

Reacio a salir del país y reticente a participar en reuniones internacionales, que implicarían la interacción con otros mandatarios, Andrés Manuel ha delegado en Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, la representación nacional en el mundo de la diplomacia. Pero ahora, luego de 19 meses de su llegada a la Presidencia, Andrés Manuel ha roto su aislamiento para atender la invitación que le extendiera el presidente estadounidense, porque, entre otras muchas cosas, se encuentra muy agradecido por su apoyo en temas como la pandemia y la crisis del petróleo, pero, sobre todo, porque lo considera su amigo. 

Desde su anuncio, el encuentro fue objeto de una extensa y encendida polémica. La comentocracia opositora de la 4T fue pródiga en señalamientos sobre los inconvenientes que representaba la entrevista, desde los aviesos intereses electorales de Trump para incentivar su alicaída campaña por la reelección, hasta la problemática confrontación de su gobierno con países asiáticos y europeos, pasando por el recordatorio de los agravios e insultos racistas hacia nuestro país que nutrieron su campaña electoral de 2016. Otros recordaron su amenaza arancelaria que obligó al gobierno federal a instrumentar un muro de contención para detener a las caravanas de migrantes centroamericanos. 

Ninguno de estos alegatos repercutió en su decisión. Inclusive accedió a realizar acciones a las que siempre se había resistido, como someterse a una prueba de Covid-19, a solicitud del gobierno americano y utilizar cubreboca en sus trayectos de viaje. En contraparte, como político experto en la fuerza de los símbolos, introdujo la entrega de ofrendas a los monumentos de Abraham Lincoln y Benito Juárez. 

Fue en el desarrollo de estos eventos cuando la polarización política que campea en el país se hizo presente en la visita. Un grupo numeroso de paisanos lo aguardaban para demostrarle su apoyo al grito de “¡es un honor estar con Obrador!”, “¡No estás solo!”, aunque también se hizo presente un grupo de menor número que lo increpaba y demandaba su renuncia. 

Al arribo a la Casa Blanca, Trump lo esperaba a la entrada. No hubo saludo de mano, sin cubrebocas intercambiaron algunas palabras y posaron para los fotógrafos. Luego Trump se dio la vuelta y penetró al interior seguido por López Obrador. La cortesía elemental indica que el anfitrión debe ceder el paso al invitado. Pero ya sabemos que la cortesía no es el fuerte de Trump. 

El plato fuerte de la jornada fue el discurso que ambos mandatarios pronunciaron al término de la reunión. Trump se deshizo en elogios hacia el visitante y destacó la estrecha relación que se había desarrollado entre ambos gobiernos. López Obrador, por su parte, puntualizó los motivos de su visita. La importancia del TMEC para enfrentar la crisis provocada por la pandemia. No se limitó al intercambio comercial, sino que habló de una integración mayor. En la parte final mencionó que contra todos los pronósticos que presagiaban una confrontación entre ambos mandatarios, se habían estrechado sus lazos. De vecinos distantes a amigos entrañables. 

Más allá de sus diferencias ideológicas, AMLO y Trump comparten perspectivas sobre la manera de enfrentar diversos problemas. Pero lo que más los identifica es que ambos consideran al pragmatismo como el principio político fundamental. Todo sea por la reelección, piensa Trump. Todo sea por la 4T, piensa López Obrador. 

Twitter: @fracegon 

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