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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
La pandemia nos ha dado una mirada distinta del tiempo.
El tiempo en soledad y con la distancia social, antinatural a los humanos. La agonía de volver a vivir como si no murieran decenas de personas cada día. El temor de los médicos y personal sanitario de enfrentar durante tantos meses los riesgos inherentes del contagio.
Pone en perspectiva (la materia fundamental del tiempo) la actuación de las autoridades ante esta terrible pandemia. Uno de los efectos colaterales del Covid-19 es sacar lo mejor y lo peor de las personas: la falta de solidaridad y la irracionalidad.
El sábado pasado se cumplieron seis meses desde que se reportó el primer contagio del nuevo coronavirus en Jalisco.
Medio año desde que contuvimos la respiración sofocados, angustiados y abrumados por las noticias dramáticas de esas primeras semanas y los golpes tan devastadores a países tan desarrollados en materia sanitaria como Italia y España, que entonces entraban a lo peor de su crisis.
Albert Camus publicó en 1947 una novela titulada La peste. La escribió bajo los efectos devastadores de la Segunda Guerra Mundial en Europa. El libro narra los andares del doctor Rieux ante los estragos de una epidemia que causa centenares de muertes en la ciudad argelina de Orán. Frente a la enfermedad las autoridades impusieron un aislamiento severo.
El recuerdo que guardo de mi lectura de esa novela, hace más de 20 años, es que parece una crónica profética de 2020.
Covid-19 es un huésped inesperado, fatal y desconocido. Se ignora a ciencia cierta su origen y no se tiene una terapia común que cure al virus (los médicos logran matizar sus efectos hasta que el cuerpo del paciente logra eliminarlo, o no). A pesar del monumental esfuerzo global, la vacuna no se encuentra disponible.
A pesar de ello, las autoridades de todos los niveles de gobierno permitieron, desde hace meses, a la población a volver a sus actividades regulares.
La Sala de Situación por Covid-19 de la Universidad de Guadalajara (UdeG) proyectó, hace casi dos meses, que el pico de la pandemia llegaría a Jalisco el 14 de septiembre. Según los datos que tenían hasta entonces, proyectaba 88 mil 432 casos. El pronóstico falló por 27 mil 923 contagios (una tercera parte de lo previsto).
En la realidad, la cúspide de la pandemia se adelantó unas tres semanas (durante las últimas semanas de agosto), cuando se llegó a superar los 800 casos diarios y se bordearon los 50 muertos en un día.
Desde entonces mantenemos una meseta que cede ligeramente cada día.
Ante el avance de la epidemia que parece “un ininterrumpido pisoteo que aplasta todo a su paso”, tenemos un secretario de Salud estatal ausente. Fernando Petersen Aranguren prácticamente no ha aparecido durante las semanas más críticas en Jalisco por el Covid. Sus tuits de agosto y septiembre se han referido más al dengue (que lleva dos muertos en el año) que al coronavirus.
Diversos medios le han solicitado entrevistas para que explique las estrategias implementadas, señale las carencias y conduzca a la sociedad. Se ha negado sistemáticamente. Al igual que el gobernador (sello Indat), postea videos de tarde en tarde sobre diversos temas de salud no relacionados con la pandemia.
Él mismo destaca en sus redes, como su única entrevista en meses, una que concedió a una cuenta de Facebook de una organización religiosa llamada Smirna. ¡Un canal de video cristiano!
Su silencio sobre innumerables aspectos de la pandemia raya en la negligencia. El tiempo, espero pronto, también lo juzgará.
La del estribo se redondea con un párrafo de Camus: “Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo”.
Twitter: @cabanillas75
jl/I