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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Los niveles que ha alcanzado la violencia en Jalisco en las últimas semanas clarifican dos verdades contundentes: los jaliscienses estamos indefensos y las autoridades de los tres niveles de gobierno perdieron totalmente el control de la entidad.
En particular, hay dos hechos que el fin de semana sacudieron la ya de por sí vulnerada vida cotidiana de los jaliscienses: la desaparición de Luis Ángel, José Alberto y Ana Karen González Moreno, quienes fueron sacados de su casa por un comando armado y encontrados este domingo sin vida, así como el desplazamiento de unos 600 habitantes de distintas comunidades de Teocaltiche, quienes tuvieron que abandonar sus viviendas ante la violencia.
En el primero de los casos, ayer la Fiscalía del Estado dio a conocer que el asesinato de los tres jóvenes podría estar relacionado con el enfrentamiento que se registró en el Centro de San Pedro Tlaquepaque el mismo viernes, y luego dejó entrever que pudo ser una confusión. Este detalle es muy importante, porque por un momento se corrió el riesgo de que los tres jóvenes fueran criminalizados.
En una entrevista concedida este lunes al programa Cosa Pública 2.0, la investigadora de la Universidad de Guadalajara con la que trabajaba José Alberto describió la vida de este joven, quien además era novio de su hija. Músico destacado de origen humilde, trabajaba para pagar sus estudios y ayudar a su familia, sobresaliendo también en sus estudios de geografía. Es decir, un joven con planes de futuro y una vida tranquila.
Luis, José y Karen estaban en el lugar que tendría que ser el más seguro para ellos, su casa. Porque en los espacios públicos o en los de recreación hace mucho tiempo que las autoridades no pueden garantizarnos la seguridad y, aunque también con ello se viola nuestro derecho a la ciudad, se ha vuelto parte de nuestros valores entendidos. Pero en este caso se rebasa incluso ese supuesto.
Como un elemento adicional, durante el fin de semana hubo un total silencio de las autoridades ante la desaparición de los tres jóvenes, a pesar de la gravedad de la misma.
El otro caso que nos removió fue la necesidad de cientos de habitantes de Teocaltiche de abandonar su hogar para ponerse a salvo, ante el incremento de la violencia en la región de los Altos. Se fueron sin nada, con lo que traían puesto, con la única intención de cuidar su integridad.
La Comisión Estatal de Derechos Humanos confirmó que desde el 7 de mayo comenzó a documentar lo que sucedía en ese municipio, que llevó a que unas 600 personas de las comunidades de El Saucito, Rancho Mayor, rancho El Salto, Agua Tinta, Los Pocitos, Los Sauces y El Rosario abandonaran sus viviendas y se trasladaran primero a un albergue y posteriormente con familiares de otros sitios.
Fue hasta este lunes que el gobernador Enrique Alfaro se trasladó a ese sitio para atender el problema.
Seguramente estos dos casos no son los únicos en los que las víctimas son personas que no tienen relación alguna con la delincuencia que azota a Jalisco. Podemos afirmar que, entre los miles de cuerpos rescatados de fosas clandestinas, acumulados en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) y entre los miles de desaparecidos también hay muchas víctimas inocentes.
Y lo que más confunde es que no hay respuestas. Los hechos violentos se acumulan día tras día y no ha habido oportunidad de entender qué es lo que sucede en Jalisco, por qué creció de esa manera la violencia, por qué no hay detenidos o por qué cuando los hay no llegan las sentencias.
En cambio, tenemos autoridades que todo el tiempo se deslindan de la responsabilidad, arrojándonos en la cara que nuestro estado de indefensión no es su problema.
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jl/I