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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Emerge de lo más profundo de mi conciencia la necesidad de comenzar estas notas sobre un librito, en apariencia insignificante, con un par de versos de aquel himno de la Unidad Popular de Chile, que tanto y con tanto entusiasmo canté en aquella época en que el “compañero presidente”, el señor doctor Salvador Allende Gossens, era presidente de la hermana República de Chile.
“desde el hondo crisol de la patria /se levanta el clamor popular…”
El libro se llama Tlilámatl, cuya traducción literal sería Papel negro, pero ello no tiene en principio nada que ver con el significado literal de ambos términos en la lengua náhuatl que, tal vez no es ocioso recordar, que se ha hablado en este país que se llama México desde hace algo así como dos milenios.
Aprovechando el viaje, también me permito referir que esta palabra, “México”, que muchas veces repetimos sin saber su significado, es también de ese idioma y se traduce “en el ombligo de la Luna”, pero, al igual que Tlilámatl, la traducción literal nos lleva a un grave error.
México quiere decir, humildemente, “en el centro del universo”, de la misma manera que tlilámatl debe traducirse más bien como un boceto o borrador que, en este caso, se refiere a muy diversos temas. Quizá, sin ánimo de alusión mercantil alguna, podría traducirse también como “miscelánea”.
Está presentado de tal manera que, diferentes pensamientos de Natalio Hernández, su autor, se conjugan de modo que, una vez armado sin mayor dificultad el rompecabezas, emerge como quien no quiere la cosa el mensaje de que ahí mero están raíces fundamentales de nuestra identidad. Por eso viene a mi mente la idea del “hondo crisol” y una “porra” mucho más pueril, pero de significado similar, que arrastro también desde mi lejana juventud:
“¡Les guste o no les guste. Les cuadre o no les cuadre. El náhuatl es su padre!”.
Las 80 páginas de este librito nos llevan con un idioma, la traducción correspondiente y alusiones al otro, por el intríngulis del pensamiento de quien, como Natalio Hernández, cuyo pseudónimo ha sido a veces José Antonio Xocoyotzin, que en lenguaje de fifís quiere decir junior y todos conocemos como el nahuatlato más importante del tiempo presente.
Si bien el náhuatl es su lengua materna, lo mismo que la de Arturo Gómez Martínez, a quien le debe este libro un precioso prólogo, su trayectoria profesional docente es de gran valor y goza de amplio reconocimiento. Premiado dentro y fuera del país por instituciones de prestigio en ambos casos, y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, aunque no por tantos laudos haya desenterrado su identidad con su original huasteca veracruzana y porte con marcado orgullo la aureola de ser un náhuatl de pura cepa.
A favor de la publicación debo decir que no por modesta carece de belleza y enorme calidad: su letra es clara, su composición es perfecta y, en síntesis, puede decirse que es un ejemplar que se goza tener en las manos y leerlo, mirarlo y pasar sus hojas en cualquier dirección.
Aunque generalmente no les hacemos caso al comentar un libro, vale felicitar en este caso a Ixchel Sáenz Martínez por el diseño.
Con esta obra, bien claro nos queda que, como en él se dice:
Meláhuac yolchicáhuac Mexihco totlalnantzin.
“En verdad tiene fortaleza nuestra nación mexicana”.
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jl/I