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Elecciones y redes

A estas alturas cuesta conciliar hasta en las comidas familiares las preferencias electorales. Pero no hay postre que no endulce los ánimos y dé paso a una amena sobremesa.

El asunto no es tan sencillo en las redes sociales. El discurso de odio está castigando toda expresión de inquietudes y posturas por más que éstas se viertan de forma civilizada.

De manera anónima, desde cuentas que claramente fueron creadas con ese fin, bots y trolls llega al punto de la vileza humana. Proliferan los insultos y todo tipo de comentarios discriminatorios por el hecho de expresar un punto de vista diferente o simplemente un muy personal punto de vista.

Además, las noticias falsas y el hecho de que cualquier propuesta, de cualquier candidato, de inmediato sea denostada o abultada deja al ciudadano en una oscuridad que le impide ver con claridad para llegar a eso que tanto se pide: el voto libre y razonado.

El panorama es exactamente todo lo contrario a esa potencialidad de las redes para contribuir a la sociabilidad y la vida cívica. La plaga que llegó con el periodo electoral cancela toda posibilidad de entendimiento y enaltece la violencia.

El clima político en las redes sociales reabre el debate de si el INE debe o no regular su uso o si las propias redes deben encontrar mecanismos que acoten el discurso de odio, aunque es evidente que el problema no es tecnológico, es multidimensional y en buena parte tiene que ver con el civismo, es decir, el comportamiento ordenado y responsable dentro de la comunidad, aunque ésta sea virtual.

María Elena Meneses, profesora e investigadora de la Escuela de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey y especialista en Internet y Cultura Digital, señala el desafío mayor de convencer a los políticos de la urgente necesidad de recuperar la política como la virtud de construir consensos.

Desde su punto de vista, los candidatos que buscan cargos de elección popular tienen la obligación de evitar ese tipo de estrategias digitales perversas que justamente estamos padeciendo y que en nada contribuyen a la salud de la vida democrática.

Pero como es claro que los aspirantes no están interesados en mover un dedo al respecto y las autoridades electorales tampoco, entonces correspondería a los internautas hacer lo posible para contribuir a configurar un entorno digital tolerante y justo; la pregunta es ¿cómo? Hay quienes, de plano, reprimen sus comentarios y muchos más están optando por bloquear seguidores en vista de que el respeto y la tolerancia parecen haberse perdido.

Entramos a la recta final de las elecciones, nos queda el último debate y los cierres de campaña, así que prepárese porque los cibermercenarios al servicio de los partidos políticos seguro subirán el tono de los ataques, habrá una guerra por posicionar a cada candidato, lloverá el lodo para sepultar cualquier debate constructivo.

No en balde los partidos políticos pagan por debajo de la mesa millones de pesos en granjas de bots y trolls. Se han detectado por lo menos 8 millones de cuentas falsas en siete redes sociales para atacar o defender, para inflar o desinflar.

Un estudio de Metrics, firma de servicios consultivos y desarrollo de plataformas tecnológicas para soluciones de inteligencia de negocios, encontró ese número de cuentas automatizadas. La observación la realizó mediante algoritmos basados de inteligencia artificial del 14 de diciembre de 2017 al 10 de abril de 2018.

Así las cosas, lo que queda esperar es que el discurso de odio no salga a las calles el día de la elección o que fomente el miedo y favorezca al abstencionismo o que se vote desde la emoción y no desde la razón.

JJ/I