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Vida y muerte

Una frase atribuida a Benjamín Franklin dice que “en esta vida nada es seguro, excepto la muerte… y los impuestos”. Desde nuestro pasado prehispánico, la concepción de la muerte y la muerte misma de los mexicanos ha venido modificándose por siglos de historia, cultura y salud. En la actualidad, lo propio de la muerte es su sincretismo y su diversidad. Las actitudes de los mexicanos no son unívocas, sino complejas y cambiantes.

En México se siguen tradiciones ancestrales, modificadas con el paso de los siglos, pero tratando de conservar el espíritu original, aunque a los ojos de los contemporáneos serían acciones macabras y rituales satánicos, propios de salvajes primitivos. Aunque hay quienes ven ese pasado de forma romántica y justificada, la verdad es que los sacrificios humanos se han dado en varias sociedades como ritos paganos. En México hay evidencias de muertes colectivas con ese fin.

Respiramos con alivio sabedores de que tales épocas han quedado en la historia; sin embargo, con la difusión de videos y la aparición de cabezas cercenadas y cuerpos desmembrados en varias localidades de nuestro territorio producto del crimen organizado (y uno que otro sociópata), ya no estamos tan seguros que dichas costumbres y tradiciones se haya erradicado.

Además, sólo en México ocurre que se pasee por varias ciudades una especie de carroza de la muerte, transportando cientos de cadáveres porque el número de muertes violentas ha rebasado las posibilidades de almacenamiento en las instalaciones forenses mientras aguardan a ser identificados, clasificados, registrados y enterrados (o incinerados). Muchos miembros del crimen organizado en varias de sus modalidades (asaltantes, traficantes, huachicoleros, asesinos, secuestradores, etcétera) rinden culto y son devotos encomendados a la Santa Muerte, a quien le piden les vaya bien en sus actividades delictivas.

Pero la muerte también está a nuestro alrededor de forma constante. De acuerdo con informes de la Organización Mundial de la Salud, la principal causa de muerte entre los mexicanos es la diabetes (17 por ciento), infarto (14), hígado y pulmón (8). Por su parte, el Inegi (con base en el censo 2015) da a conocer que la principal causa de muerte son las enfermedades del sistema circulatorio (25.5 por ciento), enfermedades crónicas, endócrinas, nutricionales y metabólicas (17.5) y por tumores malignos (13).

Del total de defunciones registradas en ese año (655 mil 888), 64 por ciento están agrupadas en la población de 60 años y más de edad; 15.8 en la de 45 a 59, y en 8.2, en la de 30 a 44 años. Es notorio que la esperanza de vida en 1950 era de 49.7 años, para 2017 pasó a 75.3 años. En 2017 se registraron un poco más de 703 mil muertes, lo que da una tasa de defunción de 5.8 por cada mil habitantes.

Ahora bien, los jóvenes de 15 a 29 años tuvieron en ese año un poco más de 34 mil decesos. La principal causa de muerte en este segmento de población fueron las agresiones (25.4 por ciento), accidentes de transporte (17.8) y los suicidios (7.9); mientras que la de mujeres fue por accidentes del transporte (10.7), las agresiones (10.3) y el suicidio (7.4). Como se puede ver, las principales causas de muerte en jóvenes no están relacionadas con enfermedades, sino con causas violentas.

Por último, la mortalidad infantil (menores de un año) tuvo un descenso de 1990 a 2015 al pasar de 32.5 a 12.5 decesos por cada mil nacidos vivos, lo que es considerado un avance significativo. La principal causa de muerte en esta edad fueron las afecciones originadas en el periodo perinatal (49.9 por ciento). Por otro lado, en los infantes de 1 a 4 años son las enfermedades congénitas y los de 5 a 14 años la principal causa de muerte es la leucemia.

El precio a pagar por nuestra vida es la muerte, esperando que seamos recordados por nuestra vida vivida; como dijo Borges: “La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”. Hoy recordemos a nuestros muertos.

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JJ/I