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Francia: se debilita el último liderazgo globalista occidental

Los momentos de grandes transformaciones históricas suelen ser invisibles para las generaciones que los viven porque se experimentan como una sucesión de coyunturas, pero cuesta ver las raíces subyacentes que las provocan.

En unas décadas en el futuro, cuando estudiemos este periodo que estamos viviendo en el primer cuarto del siglo 21, seguramente veremos con claridad cómo los eventos que estamos experimentando llevaron a un nuevo orden mundial.

El mundo diseñado por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial con la democracia, el capitalismo y una economía global integrada como pilares está hoy viviendo un fracaso estrepitoso.

El capitalismo generó élites que secuestraron la democracia y provocaron un incremento en la desigualdad de ingreso. La crisis financiera global de 2008 demostró la cara más oscura de este mecanismo perverso en el que la élite arriesga y quien pierde es la clase media… y el gobierno (sea del partido que sea) respalda a la primera, que es quien lo pone en el poder.

La desigualdad fue generando frustración y cuando ésta se convirtió en hartazgo, grandes sectores de ciudadanos de ingresos medios y bajos empezaron a buscar alternativas a los partidos de siempre. Y como donde hay una necesidad, hay un oportunista para atenderla… surgieron los políticos de la postverdad que ofrecen cambios radicales sin programas claros y buscando chivos expiatorios como los inmigrantes y las balanzas comerciales.

El caso paradigmático es la elección de Donald Trump en Estados Unidos, que ha probado ser un genio para capitalizar políticamente el hartazgo de la población trabajadora. En Europa, de las cinco economías más grandes, tres fueron desestabilizadas políticamente por el hartazgo ciudadano: en Reino Unido a través del referéndum que decidió el Brexit, en Italia por la llegada al poder de la alianza de partidos euroescépticos formada por el movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte, y en España por el surgimiento de nuevos partidos como Ciudadanos, Podemos y más recientemente el partido de ultraderecha Vox, que rompieron el duopolio del PP y el PSOE.

Ante este panorama, parecía que sólo quedaban Alemania y Francia para mantener el modelo globalista. Angela Merkel quedó debilitada en las elecciones de 2017 después de más de 12 años en el poder. En estos días cayó la última ficha. Emmanuel Macron, quien convenció a la población francesa enojada de votar en 2017 por su modelo progresista frente a la alternativa más radical de Marine Le Pen se enfrentó a la manifestación más violenta en años en París y otras ciudades que le obligó a dar marcha atrás a un impuesto sobre los combustibles, puso en entredicho su liderazgo y movilizó a sus oponentes políticos a aprovechar su momento de debilidad.

Pensar en todo esto me provoca tres preguntas sobre el rumbo que puede tomar el mundo en el futuro.

Primera, ¿vamos hacia un mundo más autoritario y nacionalista?

Todas las señales parecen indicar que la gente está llevando al poder a políticos que velen por los intereses de su país (y en casos extremos de una raza u origen en particular) por encima de los de otros. Esto lleva peligrosamente a un mundo de enfrentamientos que pueden escalarse.

Segunda, ¿qué rol jugarán los liderazgos de países emergentes sobre todo en Asia?

Acabo de leer el libro Has the West Lost it? (Algo así como ¿Está perdido el mundo occidental?) del diplomático singapurense Kishore Mahbubani, en el que argumenta que el occidente dejará de ser el centro de poder económico y político, y países como China e India empezarán a tener mayor influencia en las decisiones y acciones globales.

Tercera, ¿conseguiremos organizarnos para resolver retos globales?

Nada de lo anterior importa si no revertimos las acciones que están transformando a la Tierra en un planeta inhabitable para la humanidad. No podemos dejar que el enojo por nuestra situación a corto plazo nos impida tomar acciones hacia los retos a largo plazo. Busquemos maneras de reducir la desigualdad, sí, pero no lo hagamos a través de una visión nacionalista que nos impida consensuar acciones con otros países para mantener la casa que compartimos todos en orden.

@ortegarance

JJ/I