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Negociación y diálogo en el país

A principios de 1994 muchos de nosotros salimos a las calles de Guadalajara a manifestarnos por la paz en Chiapas. El EZLN se había levantado en armas declarándole la guerra al gobierno mexicano. La represión militar no se había dejado esperar. Al término de aquella marcha me quedé con una sensación extraña: ¿quién había sido el interlocutor de nuestras demandas? ¿Era justo pedirle al EZLN abandonar su lucha cuando sus exigencias eran por educación, salud, respeto o justicia? ¿Existe alguna relación entre paz, necesidades humanas y justicia? Sin lograr una respuesta a estas inquietudes una cosa me quedaba clara: en la sociedad mexicana hay una ignorancia generalizada sobre lo que es la paz. Aunque es considerada un valor universal, no sabemos a ciencia cierta qué significa, cómo se construye, ni quién es el/la responsable de ponerla en práctica.

Meses después estuvo en Guadalajara don Samuel Ruiz García para compartir su experiencia como mediador de paz en los Diálogos de la Catedral. Al final de su charla invitaba a los presentes a preguntarse qué es lo que podían hacer por la paz, pero no solo en Chiapas, sino ahí donde cada uno de nosotros lleva a cabo sus proyectos de vida. A treinta años de distancia la invitación de don Samuel continúa vigente.

Recordando estos hechos, la semana pasada, a raíz de las violencias en el estado de Guerrero, Jorge Atilano SJ, expresaba su diagnóstico de país (“estamos viviendo una gran tragedia”), contexto que según Atilano demanda ponernos de acuerdo sobre lo que está pasando y que cada uno de los sectores sociales asuma la responsabilidad que le corresponde. Y aclaraba: lo que ha impulsado a algunos sacerdotes y obispos a mantener encuentros con el narco, no es para negociar, sino para frenar las violencias.

Los Diálogos de Paz impulsados por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), la Compañía de Jesús y la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos y Sociedades de Vida Apostólica en México (CIRM) tienen el objetivo de acercar a los actores sociales (empresarios, gobiernos, académicos, líderes vecinales, colectivos) a dialogar y encontrar alternativas pacíficas, aclaraba el jesuita.

Por su parte, Andrés Manuel López Obrador planteaba que veía muy bien que los sacerdotes apoyen en la pacificación del país, aunque aclaraba: “Debe quedar muy claro que la responsabilidad de garantizar la paz y la tranquilidad es del Estado”. A su vez, la CEM puntualizaba lo que entiende por diálogo: “Es tender puentes para preservar la vida y el bienestar de quienes se ven amenazados todos los días”; diálogo que se han empeñado en facilitar ciertos obispos y sacerdotes en Guerrero, haciendo labores de mediación entre líderes de grupos enfrentados por el control de territorios.

Cada uno de los actores sociales implicados en este conflicto, incluidos los medios de comunicación que dan voz a unos u otros, defienden sus intereses desde la posición social en la que se encuentran y tienen sus propios diagnósticos sobre la situación del país. Así mismo, cada uno de ellos pretende que los demás actores asuman como válidas sus pretensiones y visiones.

La pacificación del país, la mediación entre actores violentos enfrentados, el consenso sobre lo que nos está pasando como mexicanos demandan poner en práctica la negociación y el diálogo. Nadie posee la verdad sobre lo que está pasando. Parafraseando a Bilbeny (2016, Reglas para el diálogo en situaciones de conflicto, pp.39-52) podemos afirmar que la negociación es un ejercicio de paz en la guerra, que la mejor negociación no usa la oratoria, sino la facultad de razonar a fin de analizar el conflicto, proponer alternativas y cooperar.

Pero para negociar hay que hablar tranquilo, largo y tendido, como los antiguos filósofos en el ágora. Negociar se hace con relación a intereses, más que a la posición o ideología que cada uno defiende y el fin de una negociación no tiene por qué ser siempre llegar a un acuerdo. La decisión de no pactar puede ser el punto final de una negociación. Los diálogos son los procesos de construcción colectiva de lo social. Ese es el reto que tenemos enfrente como mexicanos para frenar las violencias y construir las paces.

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