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Intromisiones españolas

La nostalgia imperial es una de las características que siempre está presente, de una u otra forma, en la mentalidad política española. No es ninguna casualidad que el que fuera fundador del actual Partido Popular y ex ministro del régimen franquista Manuel Fraga Iribarne considerase “tierra conquistada” Cataluña y su capital, Barcelona. ¿Han cambiado con el paso de los años?

A juzgar por polémicas recientes acaecidas en México con motivo de sus próximas elecciones presidenciales, rotundamente no. Los dirigentes de la derecha española (y también en ocasiones alguno de la izquierda) parecen anclados en 1521. Así pues, una aristócrata depositaria de un escaño en el congreso de los diputados de Madrid irrumpió hace pocos días en la campaña electoral mexicana con el arrogante estilo del hidalgo español.

La tal Cayetana Álvarez de Toledo, en el llamado Festival de las Ideas, celebrado en Puebla, y para ensalzar a Xóchitl Gálvez a través de la versión más perversa de un capitalismo que ha generado en Europa casi 22 por ciento de riesgo de pobreza y exclusión social, no tuvo otra ocurrencia que arremeter de forma mezquina contra el presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿Sus argumentos? La acusación pueril de “populista” y dejando caer la sombra de la sospecha de una supuesta condescendencia del actual gobierno mexicano con el crimen organizado. Era un estilo inquisitorial con la cruz y la espada como banderas para someter a los “indígenas” que no se doblegan a su voluntad. Desearían un México tutelado por los principios de sus delirios coloniales, exactamente como en los tiempos de Hernán Cortés.

Posiblemente sorprendió a algunos este discurso con claros ademanes conquistadores, pero de casta le viene al galgo. La dirigente del PP español es la titular actual del llamado marquesado de Casa Fuerte; y conviene recordar que este es un título nobiliario otorgado en 1708 por Felipe V a su antepasado Juan de Acuña y Bejarano, virrey de Nueva España durante la dominación de América. No es necesario ser historiador para imaginar el papel de este personaje en tierras aztecas. ¿Empiezan ustedes ahora a atar cabos?

La descendiente de Acuña se presentó en el territorio de la República de los Estados Unidos de México como si hubiese tomado posesión de un virreinato de la corona española. Si su actitud es detestable, también lo es la de aquellos que le hicieron de anfitrión. Todavía existen quienes estarían conformes vivir bajo una nueva colonización versión 3.0 con Iberdrola a la cabeza. Son los que no han digerido una presidencia mexicana que en los últimos seis años no se somete a un poder extranjero.

Los pérfidos intentos del intervencionismo español en Latinoamérica siempre tienen la misma raíz enfermiza: la añoranza de un imperio perdido y la constatación de su nulo peso en el escenario internacional. Se niegan a aceptar la evidencia de su realidad y sacan a pasear patéticamente la chatarra como si fuese una cosa moderna. Por todo ello, la marquesa aterrizó en México con más de 500 años de retraso. Son las tristes consecuencias de la enajenación imperial que aún hoy preside buena parte de la política española. Afortunadamente, México hace tiempo que los puso en vereda.

 

jl/I