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¿Una candidata indígena independiente?

Así, como una interrogación, en tanto no se cumplan los trámites y plazos establecidos en la declaración final del Quinto Congreso Nacional Indígena (CNI), en la cual, uno de sus resolutivos anticipaba la consulta “en cada una de nuestras geografías, territorios y rumbos el acuerdo de este Quinto CNI para nombrar un concejo indígena de gobierno cuya palabra sea materializada por una mujer indígena, delegada del CNI como candidata independiente que contienda a nombre del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el proceso electoral del año 2018 para la presidencia de este país”.

 A convocatoria del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) más de 350 delegados de 32 pueblos originarios se dieron cita, del 9 al 14 de octubre, en las instalaciones de la Universidad de la Tierra en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, para la conmemoración del 20 aniversario del CNI y de la viva resistencia de los pueblos, naciones y tribus de México.

No obstante la relevancia, el evento hubiera pasado prácticamente inadvertido por los medios masivos, si en su comunicado final, intitulado “Que retiemble en sus centros la tierra”, no se hubiera anunciado la posibilidad de que el CNI-EZLN participara en las elecciones presidenciales de 2018 mediante una candidatura independiente de una mujer indígena.

El anuncio irrumpió en el espacio mediático con el estruendo de una bala de cañón.   Los diarios y noticieros que hasta ese momento lo habían ignorado, otorgaron sus principales espacios para difundir la noticia. Su propagación en los medios y las redes sociales desencadenó un caudal de opiniones en los tonos más diversos, provenientes de los actores más variados. Así, de un plumazo, mediante un golpe (otro más) mediático del subcomandante Galeano (antes Marcos),  el tema indígena, especialmente el relativo a los siglos de pobreza y opresión, quedó incrustado de manera inevitable, en la agenda política de las elecciones presidenciales de 2018.  

Con 21.5 por ciento de la población que se considera indígena, conforme a la Encuesta Intercensal de 2015, y su importante presencia en los estados de Oaxaca, Yucatán, Chiapas, Quintana Roo, Guerrero, Hidalgo, Campeche, Puebla, San Luis Potosí y Veracruz, la posible presencia de una candidata indígena vino a desconfigurar el tablero electoral sobre el que los actores políticos aventuraban sus especulaciones. Les movió totalmente el tapete, para decirlo coloquialmente.

Las reacciones de los implicados no se hicieron esperar. El representante del PAN ante el INE la calificó de “ocurrencia y disparate”. El PRI ha optado por un cauteloso silencio. El PMC se apresuró a celebrar la iniciativa, aunque predijo que su efecto sería meramente “testimonial”. Desde la llamada “izquierda electoral”, con el recuerdo todavía vivo de su experiencia con “La Otra Campaña”, López Obrador reconoció el derecho del CNI-EZLN a lanzar una candidatura, aunque inmediatamente se lamentó porque su presencia “dividiría” el voto por la izquierda. En contraste, la presidente del cada vez más disminuido PRD le dio la bienvenida.  

La respuesta del CNI-EZLN a estas reacciones fue rotunda y contundente. En su ya clásico estilo literario el Sup Galeano replica al panista de la ocurrencia con el reto de un debate entre “la Calderona de arriba, con sus ropas “típicas” de marcas exclusivas, y una mujer de abajo, indígena de sangre, cultura, lengua e historia”. Y se pregunta sobre la consistencia interna de los partidos políticos, que ante el anuncio de la candidatura indígena caen presos de la histeria.

Ante el panorama desolador del sistema político y la decadencia acelerada de sus actores, materializada en los prófugos Javier Duarte (PRI) y Guillermo Padrés (PAN), el anuncio de la candidatura independiente de una indígena no deja de ser una saludable bocanada de oxígeno.

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