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Limpieza y orden

Hay una pauta en educación: nada se puede enseñar con palabras sino con el ejemplo. Cuando se vive en un ambiente prolijo de limpieza y orden se acostumbra al bienestar del entorno. Por el contrario, quien vive en desorden, no percibe tal necesidad. Quien crece colaborando para mantener la pulcritud de la casa, la escuela y la oficina, no percibirá como una molestia, ni se quejará de dar manutención, colaborar y participar con la comunidad cualquiera que sea, para el aseo de las instalaciones. El sentido de pertenencia y de propiedad también es básico para mantener el orden y cuidar el buen estado de las cosas.

Uno de los grandes problemas que tenemos en nuestro México es que no lo sentimos como nuestro. Con gran facilidad ensuciamos, descuidamos y destruimos porque no sentimos que la calle, el monumento, la escuela, el transporte o el lugar de trabajo es propio. Nuestro sentido de propiedad de una ciudad es muy pobre. Disgusta ver como el gobierno otorga obras bellísimas que a la vuelta de unos meses están sucias, desordenadas, maltratadas, rayadas. En las sociedades de mayor avance es difícil encontrar personal de aseo y quienes lo realizan obtienen salarios muy altos, por lo que una ciudad limpia no es la que tiene mejor sistema de aseo sino la que no ensucian, mostrando un mayor nivel de cultura.

La formación del hábito del orden y la limpieza inicia en el hogar y continúa en la escuela, se traslada a la oficina y el entorno laboral. Un hábito se adquiere con la repetición. Está comprobado que una persona limpia y ordenada genera estructuras mentales productivas, empresas y negocios seguros, facilidad para el aprendizaje, paz y tranquilidad. Aquí radica la importancia de educar a los hijos, los alumnos, los colaboradores en el orden y la limpieza. Eso inicia con no guardar aquello que es innecesario. Ir libres de equipaje diría el jesuita hindú Tony de Mello. Walt Disney luchó por una cultura donde sus parques de diversiones estuvieran siempre como nuevos, limpios y ordenados como parte de la seguridad. La limpieza genera limpieza. Mi madre me decía con sabiduría: “si así de sucia tiene su casa, su auto, su oficina ¿cómo traerá los calzones?”. Cuidar los hábitos de higiene personal es el primer paso para el orden y la limpieza exterior.

Si a nuestros hijos y alumnos les enseñamos desde pequeños rutinas de limpieza de su propia persona pasando por el orden de las cosas, los hacemos crecer en un ambiente de pulcritud, armonía y equilibrio. Existe un sentido de pertenencia, respeto, orden y limpieza que se lleva a todo ámbito personal, familiar y laboral.

 

DN/I