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Podemos y por la buena

Quienes vivimos en los municipios del Área Metropolitana de Guadalajara nos hemos acostumbrado a contemplar cómo se acumulan problemas de concentración de vivienda, de movilidad, de seguridad o de generación de empleos bien remunerados. Los bienes de la ciudad y los servicios que necesitamos requieren cada vez de más personas que los atiendan y mejoren. Sí, inmediatamente pensamos: eso es responsabilidad de los gobiernos municipales y del gobierno estatal.

Y sí, es necesario que contemos con una mejor planeación para tener la ciudad y el Jalisco que queremos, con mejores servidores públicos que atiendan las necesidades de quienes habitamos esta gran ciudad; pero es también importante que como ciudadanos caigamos en la cuenta de que debemos cooperar con los gobiernos, atrevernos a criticarles, pero también hacernos responsables de la parte que nos toca.

Los bienes de la ciudad, como son entre otros La Minerva, el Teatro Degollado, Los Arcos, las plazas de nuestras cabeceras municipales en Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque o Tonalá, que nos llenan de orgullo y presumimos como muy nuestros, debemos cuidarlos. Los pequeños parques en el barrio que nos invitan a la convivencia o las unidades deportivas en que nos reunimos a jugar y convivir las vamos haciendo nuestras en la medida en que las cuidamos y nos hacemos responsables de que otros no las destruyan.

Eso que ahí vamos construyendo es justo el mentado tejido social, y donde no nos lo han roto debemos reforzarlo, porque a partir de esa unidad básica que es la vida de la cuadra, de la colonia, del barrio, es desde donde nos hacemos y nos reconocemos fuertes para hacer posible –desde abajo– lo que somos y queremos ser como ciudad. En la fuerza y los valores que podemos hacer reales y tangibles en la convivencia diaria y cercana es donde radica la grandeza de esta noble y gran ciudad.

Esos pequeños cambios en las prácticas cotidianas, en la convivencia, no las pueden imponer ni los mejores gobiernos ni podemos traerlos de otro lado. Eso que soñamos y queremos ser implica nuestro compromiso personal y colectivo para hacerlo posible. Los valores que apreciamos en nuestra ciudad debemos sentirlos, percibirlos en el trato cotidiano; más aún debemos propiciarlos y comprometernos a mantenerlos vivos, no sólo añorando las glorias del pasado.

El respeto entre nosotros, la responsabilidad y el compromiso de cuidarnos debemos hacerlo una realidad que percibamos y nos vuelva a dar orgullo. La colaboración y la exigencia mutua entre ciudadanos y gobierno deben ir generando resultados que nos hagan creer que es posible una mejor manera de convivir en la ciudad.

Podremos voltear a nuestro alrededor y sorprendernos de cómo personas comunes, ciudadanos ordinarios, podemos lograr cosas realmente extraordinarias. Y con modestos logros podremos reconocer que sí se pueden hacer más y mejores cosas por nuestra ciudad.

Necesitamos empezar por lo más cercano a nosotros, por los problemas concretos, por reconocer que entre vecinos tenemos la capacidad de concentrarnos mejor y comprometernos en la solución de los problemas que nos aquejan de forma directa, y que juntos tenemos más posibilidades de resolver los que están en nuestras manos.

Ante las necesidades y problemáticas mayores, seguramente los ciudadanos mejor organizados tendremos más posibilidades de que nuestros gobiernos nos escuchen, nos atiendan y acepten nuestra cooperación, nuestro compromiso para hacer de esta ciudad un mejor lugar en donde realmente queramos vivir.

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