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Autoridad extraviada

Los gobernantes no son respetados, las burlas públicas a mandatarios en el mundo son comunes. Lo mismo el irreverente artista, el descortés ciudadano o un niño grosero son capaces de mofarse públicamente del político. Maestros temen a los alumnos patanes que expertos en tecnología de informática y redes sociales pueden despedazar al profesor con ironía y sarcasmo. No se diga de los actuales padres que crecieron obedeciendo a los suyos y ahora enfrentan la insolencia del hijo. No hay autoridad que sea respetada, ni el ejército, la policía o la iglesia se libran de ser víctimas de ofensas.

No sabemos en qué momento se extravió la autoridad en nuestra sociedad. Quizá la autoridad se confundió con poder, se redujo a girar órdenes por derecho de mandato exigiendo acatamiento. La autoridad moral es ganada de manera natural cuando quienes la siguen, saben que son conducidos hacia una mejor posición y para ello es necesario mostrar el señorío indiscutible que otorga el ejemplo,  la dignidad de ser imitado por las buenas acciones realizadas y cualidades mostradas.

Nunca un padre tendrá autoridad cuando abandona a su mujer y sus hijos, cuando no produce, cuando es infiel e irrespetuoso con la familia. Nunca un maestro ignorante, alcohólico, flojo y descuidado tendrá la autoridad. Nunca un jerarca religioso o un gobernante civil será autoridad cuando roba, miente, es desleal a su pueblo y se niega a otorgar el auge a su patria a cambio de venderla a intereses personales. Quizá también contribuyó que la autoridad de padres, maestros y autoridades  civiles se desvaneció al prohibir la coerción tan necesaria de quien manda, para corregir y ejercer el cumplimiento a un reglamento, una instrucción o una ley,  para así formar el carácter y guiar, disciplinar, progresar y ayudar a ser mejor.

Posiblemente la malentendida igualdad entre sexos, esposos, padres e hijos, alumno y maestro, trajo permisividad y confundió el orden y la educación. Los padres quieren parecerse a los hijos y las madres quieren parecer hermanas de las hijas jovencitas, actuando como amigos y no como progenitores.  A mayor credibilidad y admiración, mayor autoridad. A mayor desprestigio y repulsión, mayor abuso del poder.

Cuando una persona es buena y tiene un trato humano, entonces ganó la autoridad. Cuando el poder impulsivo es mayor a la autoridad se provoca la rebeldía. Cuando la tolerancia es poca generando castigos desmedidos, provoca temor y odio. Cuando se exige disciplina pero se es incongruente, ilegítimo o inconstante en la práctica, se provoca la inseguridad y la frustración, la falta de credibilidad y confianza. Quizá antes de juzgar la irreverencia y la rebeldía habría que analizar en qué momento la autoridad perdió la autoridad.

JJ/I