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Candidaturas independientes, endebles pero necesarias

La cantidad de personas que se registraron para participar como candidatos independientes en las elecciones de 2018 ha provocado cuestionamientos sobre la conveniencia de esta figura y el riesgo de que termine prostituyéndose.

Los espacios que consiguieron los independientes en el pasado proceso electoral de 2012 le dieron valor a esta figura. Es decir, los políticos que los desdeñaron se dieron cuenta de que sí puede ser una vía para alcanzar un cargo de elección popular. Al aumentar el número de participantes, también se amplía la posibilidad que se cuelen más aspirantes que no valen la pena.

Esta situación ha sido hasta el momento utilizada por quienes han cuestionado la figura de los candidatos independientes y también por los partidos políticos, que siguen con la intención de desvirtuar esa reforma que les quitó el monopolio de las postulaciones.

Quienes han calificado como una “fiesta” el registro de independientes podrían tener algo de razón. Muchos de los que se registraron son aquellos que confirmaron que su partido no los pondría en la boleta, y decidieron emigrar. Hay otros que responden a algunos poderes fácticos o económicos y con ese apoyo pueden conseguir el registro. Pero también hay ciudadanos que sin lugar a dudas justifican la existencia de las candidaturas independientes.

Desde que se diseñó la reforma para abrir los espacios a los independientes y que éstos pudieran participar en el proceso de 2012, se empezó a notar que se fijaron candados y restricciones, con el argumento principal de que las candidaturas no fueran usadas por el crimen organizado para entrar a las elecciones en nuestro país. Como si no estuviera dentro ya desde hace varios años.

Las restricciones podrían justificarse, pues al tener un financiamiento mínimo no son tan atractivas para quienes han visto en la política un negocio, como los partidos pequeños que se crean y desaparecen en cada elección o los que mantienen alianzas con partidos de mayor peso para seguir con acceso a las prerrogativas.

En cuanto a las firmas que se requieren, se convirtieron en el principal filtro, por lo que sin duda la larga lista de apuntados para las candidaturas a presidente de la República, senadores y diputados federales se verá reducida de manera significativa. Quienes superen este paso serán aquellos que tienen una mínima estructura y, por ende, respaldos, así como quienes estén dispuestos a acercarse a los ciudadanos para hablar de sus compromisos a cambio de la firma.

De ese filtro todavía quedarán algunos que no deberían ser candidatos, pero eso también sucede con las postulaciones que hacen los partidos políticos.

No debemos perder de vista que las candidaturas independientes se crearon ante la presión de los ciudadanos hacia los partidos políticos para que existiera una opción diferente que permitiera a los electores votar por perfiles no ligados a esos partidos. Con todos los defectos y las acotaciones que los mismos partidos le endilgaron, es una figura para los ciudadanos.

Eso sí, en el caso de las candidaturas independientes aplica lo mismo que tendría que suceder con los candidatos de los partidos: el ciudadano tendría que revisar el perfil, los antecedentes y los compromisos que están dispuestos a asumir. Si hacemos ese ejercicio, entonces tenemos un segundo e importante filtro.

Lo que no podemos permitir es que los intereses de los partidos políticos frenen esta posibilidad. Las candidaturas independientes son necesarias. Como lo es la exigencia del ciudadano de mejores candidatos y su derecho a no votar ni por independientes ni por partidos, anulando o quedándose ese día en casa, aunque estas últimas figuras aún no tengan consecuencias.

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