INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

La pulverización de las ideologías

De acuerdo con el filósofo ruso-inglés Isaiah Berlin, dos factores moldearon la historia occidental del siglo 20: por un lado, el desarrollo de las ciencias naturales y la tecnología, y por el otro, las grandes “tormentas ideológicas” que sacudieron a la humanidad. A pesar de que las ideologías se originaron con la Revolución francesa, fue en el siglo pasado cuando se condensaron y polarizaron al mundo. Las ideologías nacen de una idea o un ideal, que puede conducir a la realización de una utopía y abrir las puertas a la imaginación de un futuro idílico anhelado. Sin embargo, como preceptos para la conducta humana pueden resultar, a decir de Berlin, “literalmente fatales”.

Pero en el devenir de la humanidad nada se mantiene intacto o estático. En 1960, Daniel Bell vaticinó el fin de las ideologías en un texto que lleva precisamente ese nombre. Para este sociólogo estadounidense, el problema con las ideologías es su contraparte; esto es, la técnica. Mientras que las ideologías son producto de una “pasión razonada”, la técnica tiene como fundamento el cálculo instrumental. Bell posteriormente aclaró que no profetizaba el fin de las ideologías, sino su agotamiento y, por ende, el surgimiento de otras.

Al ensayar experimentos sociales intentando instrumentalizar alguna ideología preponderante, con los consabidos resultados desastrosos, la caída del muro de Berlín vino a certificar los presagios de Bell y también la declaración descabellada de Francis Fukuyama de que con ello se da el “fin de la historia”. Si bien las ideologías surgieron en Occidente en sustitución de los dogmas celestiales, aún persisten y conviven muchas expresiones religiosas y múltiples ideologías.

Bell afirmaba que las ideologías se han transformado en una palabra fallida equiparable a pecado, pero no se han extinguido, más bien se han pulverizado. Cuando una roca se pulveriza, no se extingue, sino que se transforma en pequeños fragmentos con la misma esencia. Las ideologías, junto con los dogmas religiosos, son elementos indisolubles de la esencia humana. Las ideologías, como las creencias religiosas, dan cierta congruencia a la vida de las personas, son como faros imaginativos; sin ellas, pueden sentirse desamparadas.

El fraude de las precampañas (porque en realidad ya son plenas campañas electorales) ha triturado las ideologías que alguna vez protagonizaron la vida política nacional. Los candidatos y sus partidos en contienda tienen propuestas intercambiables. Si pusiéramos a un ciudadano a identificar las propuestas de los (pre)candidatos y determinar de quién son, lo más seguro es que no tendría éxito en asegurar a quién corresponde cada una de ellas.

Lo que originalmente aglutinó a algunos ciudadano en torno a ciertos principios ideológicos para formar partidos políticos, en la actualidad todo ello se ha desvanecido en una bruma desconcertante; en un verdadero desenfreno ideológico, sin asideras o aristas bien definidas.

¿Significa esto el fin de las ideologías anticipada por Bell? ¿Podemos afirmar que existe una crisis ideológica en la clase política mexicana? ¿Será posible que nuestro régimen político se verá al fin libre de la “inestable, volcánica y brumosa región de las ‘ideologías’”, como afirma Berlin? Ahora es prácticamente imposible caminar sin titubeo en la cuerda floja de la ideología. Una fórmula para librarse de este dilema es arroparse con el intachable manto ciudadanizado o independentista, o disolver la responsabilidad en varios partidos: “No eres tú, es tu coalición”.

Lo bueno de todo esto es que a los verdaderos ciudadanos se les deja en libertad para decidir su voto, ya sin la envoltura inexcusable de la ideología partidista; lo malo es que algunos se pueden sentir confundidos y hasta desamparados. ¡Qué le vamos a hacer!

[email protected]

JJ/I