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No dejemos a nadie atrás

Ayer tuve el honor de participar en un panel en la Cumbre de Fundaciones Comunitarias de América del Norte en el que participaron más de 120 líderes de este tipo de organizaciones en México, Canadá y Estados Unidos.

La conversación del panel estuvo enfocada en el impacto de la tecnología en las comunidades y cómo pueden las fundaciones usar herramientas tecnológicas para dar soporte a la comunidad en línea con el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) impulsados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El llamado a la acción de la cumbre fue: “No dejar a nadie atrás”.

Agradezco la invitación a Juan Esteban Gutiérrez, director ejecutivo de Comunalia, una de las organizaciones anfitrionas del evento, y que agrupa a 15 fundaciones comunitarias de nuestro país, incluyendo a la Corporativa de Fundaciones de Jalisco, a cuyo director, David Pérez Rulfo, tuve el placer de saludar.

Fue realmente interesante conocer la labor que hacen las fundaciones comunitarias, una figura de la sociedad cuyo objetivo es recaudar fondos de distintas fuentes e invertirlos de forma eficiente en proyectos que incrementen la calidad de vida de una región geográfica específica. Entre las líneas que abarcan los proyectos que financian están educación, equidad de género, salud, medio ambiente, vivienda y empleo.

Dicho de otra manera, operan como mecanismos de distribución de riqueza. Captan recursos de donde hay y los invierten en donde hacen falta, teniendo en cuenta las necesidades específicas de una comunidad concreta.

La contribución que hice a la conversación de la cumbre estuvo orientada hacia los claroscuros del desarrollo tecnológico.

Les propuse visualizar la tecnología como una gran ola frente a la que tenemos dos opciones: ir a su encuentro y surfearla o esperar a que llegue a nosotros y nos revuelque.

Como la tecnología se mueve a un ritmo exponencial, nos cuesta mucho trabajo estimar su impacto en el largo plazo y para cuando queremos hacer algo al respecto suelen ser reacciones improvisadas. Son de libro de texto casos como el de Kodak frente a las fotografías digitales o el de Blockbuster frente al streaming de películas, en los que la reacción ya fue demasiado tarde.

Entre las tendencias que las organizaciones pueden aprovechar para surfear la ola tecnológica están el uso de plataformas digitales y la recolección y análisis de datos.

Las plataformas, también conocidas como matchmakers (que en español la mejor traducción que encuentro es plataformas de emparejamiento), proveen contexto para que alguien que necesita algo se encuentre con alguien que lo ofrece. La misma fórmula que funciona en Uber para conectar a quien tiene un coche con quien necesita que lo lleven, tiene infinidad de aplicaciones, incluyendo conectar voluntarios con fundaciones o filántropos con causas sociales.

En el tema de recolección y análisis de datos, cualquier tarea repetitiva de recolección de datos puede enseñarse a una máquina a hacerla (ejemplo, capturar campos concretos de un formato de pago de impuestos) y a partir de la información recolectada pueden generarse cuadros de mando, visualizaciones de datos y predicción de tendencias.

Respecto a la parte oscura de la tecnología, entre los riesgos de que nos revuelque la ola están el desplazamiento de trabajos humanos que empezarán a hacer las máquinas y el incremento en la desigualdad que producirá el que las máquinas sigan alimentando el crecimiento, mientras los salarios se estancan y la tasa de empleo decrece.

Las fundaciones comunitarias y otros actores sociales tendrán que hacer lobby para que la riqueza que las empresas generarán con máquinas se distribuya a toda la comunidad y para que las personas jóvenes y experimentadas se capaciten en el uso de herramientas digitales para tener nuevas fuentes de ingresos.

@ortegarance

JJ/I