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Política demográfica cobra factura a China

(Foto: Especial)

NUEVA YORK. Las medidas de control natal aplicadas por China, como la de hijo único para frenar la sobrepoblación en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, cobran factura al gigante asiático que hoy pugna por la natalidad como cuestión de Estado.

Con un bono demográfico a punto de agotarse, enfrenta las demandas de una población que envejece, el desequilibrio generado por el mayor número de hombres respecto al de mujeres, jóvenes que buscan el desarrollo personal antes que una familia y, en consecuencia, una tasa de natalidad en caída libre.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una sociedad envejece cuando 7 por ciento de sus habitantes se ubica en el rango de más de 65 años, un margen que China superó desde 2017, cuando ese segmento representaba 11.4, y que las proyecciones sitúan en 17 por ciento hacia 2030.

La Oficina Nacional de Estadísticas de China reportó al cierre de 2018 que 17.8 por ciento de la población tenía menos de 16 años, 64.3 por ciento se ubicaban en el rango de 16 a 59, y 17.9 por ciento reportaba más de 60 años.

La situación se complica por el desequilibrio poblacional que representa una tasa de natalidad decreciente. La misma autoridad China señala que el número de nacimientos apenas se acercó a 15 millones el año pasado, por abajo de los 17.2 de 2017 y aún más que los 17.8 millones que hubo en 2016.

El bono demográfico del que disfrutó durante décadas está en su límite, pues con la baja natalidad será prácticamente imposible alcanzar la tasa de reemplazo entre la población productiva (de 16 a 64 años) y la que requiere manutención (de 0 a 14 y de 65 o más años).

Desde su fundación en 1949, la República Popular China se caracterizó por la sobrepoblación: 541 millones de habitantes que Mao Tse Tung vislumbró como oportunidad para impulsar el desarrollo y el bienestar deseado para todos, aunque sólo sentaría las bases de una economía planificada.

Con las reformas emprendidas por Deng Xiaoping comenzó el ascenso, con la ventaja de una gran fuerza productiva, pero niveles desiguales de bienestar para una población que en 1989 se había más que duplicado: mil 124.6 millones de habitantes, según datos del Banco Mundial (BM).

China tiene ahora a más de mil 403 millones de habitantes, de los que 48 por ciento son mujeres y 52 por ciento hombres, según los datos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas.

Es un desequilibrio de género que se refleja en la menor cantidad de parejas y que, sumado a la tendencia de aplazar la paternidad, resulta en una caída en los índices de natalidad, aun cuando desde 2016 rige la reforma legislativa que permite tener dos hijos por pareja.

Pero es además consecuencia de la política de hijo único que perduró hasta 2015, y la creencia arraigada del mayor valor de un hijo varón, por el apoyo que pudiera representar para las labores productivas, los abortos selectivos durante la vigencia de esas medidas y las miles de niñas dadas en adopción.

En términos cotidianos el desequilibrio representa un problema social. A diciembre pasado, al menos 30 millones de varones habían superado los 25-29 años, promedio para el matrimonio, sin encontrar pareja, lo que los ubica como “guang gun” o “ramas secas”, como reportó el diario español El País.

Para las mujeres que se niegan a la maternidad a la edad promedio también hay un calificativo: son “sheng nü” o “mujeres sobrantes”, una etiqueta que pesa cuando el interés del Estado es la procreación para reducir la brecha del bono demográfico.

Mientras tanto, campañas en pro de la natalidad se despliegan y se toman medidas como restricciones al aborto o limitantes para el divorcio en algunas provincias.

Y más grave, resulta la práctica del tráfico de jovencitas de vecinos países que hace menos de un mes reportó Human Rights Watch: la “compra” de “esposas” por la frontera con Birmania, que la organización humanitaria reportó bajo el título “Danos un bebé y te dejamos marchar”.

Miles de chinos con deseos de tener un hijo abren mercado para obtener miles de euros a cambio de la venta de las víctimas. Encerradas y violadas hasta que quedan embarazadas, sólo son mantenidas hasta que nace el bebé.

También hay propuestas con incentivos económicos para quienes procreen más de un hijo, o incluso definiciones editoriales como “el nacimiento de un hijo no sólo es un asunto familiar, sino también del Estado”, como publicó hace poco el Diario del Pueblo.

da/i