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México está cambiando

Es una percepción que ha venido cobrando forma desde la jornada electoral del 1 de julio del año pasado. Por paradójico que pueda parecer, la renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda es la mejor evidencia de que el cambio está en proceso. No solamente por las repercusiones que implica en el desarrollo de la política económica del nuevo gobierno, sino también por la manera inédita en que se produjo su salida del gabinete.

En efecto, una regla no escrita que subsistió a lo largo del príato y los gobiernos que le siguieron era que un secretario de Estado no le renunciaba al presidente en turno. Y menos exponían sus razones en su carta de dimisión. No, nunca. La tradición establecía que los miembros del gabinete le debían absoluta subordinación al jefe del Ejecutivo, el cual decidía su permanencia o remoción de acuerdo con la conveniencia de su gobierno. En sus cartas de renuncia, los funcionarios despedidos aducían “intereses personales” o “motivos de salud” para justificar su salida. Esta tradición, que permaneció vigente durante más de un siglo, ha sido despedazada en sólo siete meses. En este tiempo, ha quedado claro que la relación del presidente López Obrador con los miembros de su gabinete se rige por un marco normativo cuyo elemento principal radica en el compromiso de los funcionarios con el proyecto de país que impulsa el presidente, con la cuarta transformación.

Es este contexto habría que analizar las renuncias que se han dado en dos secretarías. En el caso de la Semarnat, se le solicitó la renuncia a Josefa González Blanco por haber retrasado un vuelo comercial que se interpretó como un abuso de poder. Conducta inaceptable para el proyecto de la 4T. En el caso del secretario de Hacienda, la separación del cargo obedeció a una renuncia que, el martes, el mismo secretario se encargó de hacer pública a través de su cuenta de Twitter. En ella, con un tono duro, expone las razones de su separación. Señala que se toman “decisiones de política pública sin el suficiente sustento” y se queja de la “imposición de funcionarios” por “personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”. No especifica a cuáles políticas públicas se refiere, tampoco proporciona los nombres de los “personajes influyentes” que le impusieron funcionarios. No obstante que su contenido se queda a nivel especulativo, la misiva fue inmediatamente utilizada para desatar una campaña sobre la “crisis”, el “sismo”, hasta el “naufragio” del gobierno de López Obrador. La comentocracia, los medios impresos y el noticiero televisivo del grupo Imagen festinaron la renuncia como la inminente derrota a la 4T.

Nada más lejos de la realidad. En la mañanera de ayer miércoles, un sonriente López Obrador saludó a los reporteros con un estimulante ¡ánimo!, y luego dedicó más de 30 minutos para dar su versión de la renuncia. Ahí comentó que Carlos Urzúa, luego de anunciarle su renuncia, le ofreció hacerla pública hasta el sábado, en aras de paliar algunos efectos negativos en el mercado. La respuesta de AMLO fue contundente, le respondió: “No, no, parte del cambio es que también actuemos de otra manera… no esperar al sábado, el planteamiento fue ya, lo más pronto posible”.

El anuncio, casi inmediato, de la designación de Arturo Herrera como el nuevo secretario contuvo el alza del dólar. Los organismos financieros recibieron el anuncio con optimismo, algunos incluso con beneplácito.

Los agoreros del desastre han enmudecido. Algún día deberán asumir que México está cambiando.

@fracegon

JJ/I