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La magia de la desaparición

La gente desaparecía sin que a alguien pareciera importarle verdaderamente. De repente dejaban de estar donde se suponía que estaban y nadie volvía a saber de ellos. Hombres, principalmente, pero también mujeres. Incluso algunos niños.

Se supo de casos en que el compañero de trabajo había dejado su lugar por necesidades fisiológicas y ya nadie lo vio volver. No tenían mucho en común. Campesinos, obreros, profesionistas, comerciantes, estudiantes, magnates, policías, alcaldes.

Los familiares de los ausentes reportaban la situación a los funcionarios, pero sin muchas esperanzas de volverlos a ver. Algunos se dedicaban a buscarlos porque no querían resignarse a un universo donde las personas simplemente se perdieran en el olvido como si nunca hubieran existido, como si fueran una falla en la memoria de quienes los tenían siempre presentes, como un recuerdo inducido.

Y los buscadores a veces encontraban cuerpos enterrados o sumergidos en el agua en fosas cada vez más grandes, llenas de pedazos de personas que conformaban un rompecabezas macabro y pútrido.

Lo increíble era que la mayoría de los cuerpos, reensamblados o incompletos, permanecían sin ser reconocidos por alguien y los médicos investigadores nunca podían establecer que correspondieran a la identidad de alguna de las personas perdidas. Una vez un funcionario declaró que parecía que los cuerpos provinieran de una dimensión distinta. Solamente puso en palabras lo que la mayor parte de la sociedad ya pensaba: que los cuerpos estaban transitando de un plano dimensional a otro al azar.

Pero no fue una declaración institucional y la gente de arriba se incomodó por un comentario como ése que venía a generar en la gente un miedo paralizante. Oficialmente la postura era que los miembros del crimen organizado sostenían una batalla por el control de la plaza que traía consigo muerte y barbarie.

En una entrevista secreta en las montañas, el jefe del cártel local dijo que el gobierno parecía tener alguna complicidad en la desaparición de tantas personas, porque los miembros de su organización y sus rivales se mataban entre sí, eran sanguinarios, pero no abducían gente. Que ellos para qué los querían.

Pero nadie podía probar nada. No había documentos que sustentaran las insinuaciones del mafioso y del funcionario.

Apareció la noticia de un hallazgo inusitado, ya que los médicos de la región nunca habían encontrado en los cadáveres alguna referencia geográfica hasta ese momento y el lugar aludido no aparecía en mapa alguno conocido. Entre otros tatuajes, la espalda de un torso cercenado portaba la inscripción “De Jalisco para el mundo”.

Poco después, un ex subordinado del comisario de magia reveló que la policía mágica secreta había descubierto un tótem. Una vez activado en cierto punto, el tótem aparecía un número aleatorio de personas sin vida desmembradas, pero succionaba la misma cantidad de víctimas unos kilómetros a la redonda. La inscripción mágica del tótem aseguraba que en determinado momento en vez de las personas muertas aparecería un objeto con la capacidad de producir energía ilimitada. Los agentes de la policía secreta ocultaban a las víctimas haciendo parecer que se trataba de un acto del crimen organizado.

La revelación causó una revuelta popular y el jefe mafioso aprovechó el descontento para alzarse como caudillo. Los grupos criminales rivales se aliaron temporalmente y, junto con el pueblo, enfrentaron al gobernante.

El caudillo se apoderó del tótem y lo resguardó para destruirlo, instaurando un nuevo gobierno que despenalizó el comercio de petróleo, iniciando una era de desarrollo tecnológico a partir de ese combustible.

@levario_j

JJ/I